| | La sucesión talibán, un complicado enigma La Alianza del Norte aglutina intereses diversos. Y se ignora qué rumbo tomaría Afganistán con ella en el poder
| Imtiaz Gul y Sadaqat Jan
Islamabad. - Los bombardeos prepararon el terreno durante varias semanas, antes de que las fuerzas de la Alianza del Norte reconquistaran la estratégica ciudad afgana de Mazar-i-Sharif y desde allí pasaran a controlar gran parte del norte de Afganistán. El poder talibán parece tambalearse, pero entre el alborozo de las milicias opositoras comienzan a escucharse voces que se preguntan con inquietud por el rumbo que tomaría el país en caso de producirse una caída del régimen islámico fundamentalista. Más allá de los triunfos militares, imposibles de imaginar sin la presión de los masivos ataques aéreos estadounidenses y británicos iniciados el 7 de octubre, no se vislumbra una constelación política que pudiera corresponder al conjunto de etnias afganas, así como a los intereses contrapuestos de los países vecinos. El presidente de EEUU, George W. Bush, había reclamado que se preparara una coalición de amplia base para desplazar al gobierno talibán, coincidiendo en ello con el reclamo del líder del régimen militar paquistaní, general Parvez Musharraf. Ambos jefes de Estado advirtieron a la Alianza del Norte que no debía entrar a Kabul. Todavía está presente el recuerdo de la anarquía y los asesinatos en masa cometidos en Kabul por los "señores de la guerra" opuestos entre sí tras su conquista de la capital en abril de 1992, cuando los mujahidines derrotaron a las fuerzas prosoviéticas. Bajo el gobierno de Burhanudin Rabbani (quien aún hoy es reconocido como presidente legítimo del país por la ONU) y el mando de su estratega militar Ahmed Shah Massud la ciudad fue sistemáticamente destruida y su población sometida al arbitrio de los comandantes, hasta que Kabul pasó en 1996 a manos de los talibán. Es claro que la Alianza del Norte no es un bloque homogéneo que podría ofrecer las bases de un gobierno estable, sino un conglomerado de milicias aliadas con intereses muy disímiles. En caso de tomar el poder, tratarían antes que nada de fortalecer su dominio sobre sus respectivas plazas fuertes, señalan los observadores. Así es como Sibghatullah Zaki, portavoz del general uzbeko-afgano Abdur Rashid Dostum, ya ha declarado a Mazar-i-Sharif como bastión de su facción. La ciudad de Talokan es considerada por su parte un enclave exclusivo de las milicias de origen tayiko, en tanto que Bamian lo es de los hazara chiítas. Ante la dispersión de intenciones políticas, se ha planteado al ex rey afgano Mohammed Zahir Shah como factor de unidad al frente de un gobierno de transición. Pero no sólo los talibán se opondrían a esta solución, sino también probablemente el partido islamista Hezb-i- Islami de Afganistán (HIA), liderado por Ghairat Bahir. Muchos suponen que la actual retirada talibán se orienta a reunir fuerzas en sus bastiones del sur y este del país, para pasar a la contraofensiva mediante tácticas de guerrilla contra el gobierno que fuera a instalarse en Kabul.
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