| | Editorial El censo, una necesidad
| Sería demasiado lamentable que el Censo Nacional 2001 terminara poniendo a los maestros en una abierta contradicción con el pensamiento y sentimiento de la mayoría de la ciudadanía. Es decir, que la gran confianza que a lo largo de la historia de nuestro país se les ha otorgado a los docentes para timonear la más grandes jornadas cívicas, llámese elecciones, campañas sanitarias o en este caso el censo poblacional, termine fracturada por una decisión gremial. Los reclamos de los maestros tienen un fundamento que nadie puede poner en duda. La postergación salarial en la que están sumidos desde hace años es más que elocuente, máxime si se repara que en manos de ellos está nada menos que la formación del futuro del país. Pero obligadamente hay que reconocer también que la utilización del censo como un instrumento de lucha no parece ser la mejor forma para suscitar adhesiones, a diferencia de lo que sucedió, por ejemplo, con la Carpa Blanca. Tampoco despertaría simpatía que, a pocos días de realizarse, se especule hasta último momento para anunciar que renuncian a hacerlo, con lo cual ya no habría tiempo material para ocupar las vacantes y formar a los posibles censistas. En este sentido, sería razonable que quienes van a desertar lo hagan de manera urgente entregando los mapas cartográficos, que son de dominio público. Evitando además mover a la indignación de una gran parte de la comunidad que podría sentirse víctima de un juego extorsivo. Aparentemente, en nuestra provincia no habrá demasiados inconvenientes, preocupa más Capital Federal y Río Negro; no obstante, el alerta dado por la titular del Instituto Provincial de Estadísticas y Censos (Ipec) para que quienes renuncien lo hagan saber, genera cierta preocupación. Se sabe que el Estado ha invertido millones de dólares para concretar el Censo Nacional 2001. Su materialización, como se ha dicho insistentemente, será un documento de gran valor para evaluarnos y no sólo servirá al gobierno nacional sino a todas las instituciones de la Argentina, y en consecuencia a cada uno de los habitantes. Su postergación le quitaría sustancia y mayor margen de error, ya que la fecha que sugiere Naciones Unidas está determinada por un censo mundial de la población. Por otra parte, la prolongada crisis económica por la que transita el país no puede conducir a mayores enfrentamientos entre los argentinos, ni a dilapidar fondos o desperdiciar oportunidades. Sí se requieren gestos de sensatez, transparencia y responsabilidad social.
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