Persevera y triunfarás, reza el dicho, que no por antiguo y de muy extendido uso deja de ser cierto. Y ayer en cancha de Duendes, el seleccionado M-18 de Mar del Plata dio una clara prueba de esa certeza. Porque ganó por su perseverancia. Porque se dio el gusto de quedarse con un lugar en la final del Campeonato Argentino de la categoría y dejar en el camino a Rosario, gracias a que hizo un culto del esfuerzo. Principalmente por eso. Porque técnicamente no hizo más que su rival. Simplemente, tuvo más hambre de victoria y se llevó el premio: un 17 a 13 como visitante que lo puso a un paso del título. Ya el panorama previo indicaba con claridad lo que después resultó ser el trámite de un partido tan parejo como trabado y pleno de imprecisiones. Claro, los dos equipos venían de cumplir una perfomance muy similar. Dos triunfos, una derrota y el mérito de haber dejado afuera a dos grandes como Buenos Aires (lo eliminó Rosario) y Tucumán (cayó ante los marplatenses). Y así como compartieron resultados y actuaciones en la etapa clasificatoria, ayer los chicos de Rosario y Mar del Plata se repartieron una gran cantidad de errores y uno que otro acierto por igual. Que los dos equipos hayan marcado dos tries y un penal cada uno es el más claro ejemplo de esa paridad. ¿Dónde estuvo la diferencia, entonces? En lo dicho, la visita tuvo más ansias de triunfo. Pero también en una cuestión exclusiva del juego: los marplatenses marcaron sus dos tries muy cerca de los palos (uno fue try penal) y las conversiones correspondientes no fueron más que un trámite para su pateador. Rosario, en cambio, apoyó las dos veces muy pegado al lateral. Y la distancia le jugó una mala pasada al encargado de convertir. Y ahí estuvo la diferencia de cuatro puntos que desató el festejo final. Tan merecido, por cierto, como el lugar que ganó Mar del Plata entre los dos mejores equipos de M-18 de la Argentina.
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