| | Editorial Alemania reaparece
| Difícilmente pueda ser soslayado en cualquier análisis histórico serio que se haga sobre el recientemente concluido siglo veinte el tan decisivo como cuestionable papel que cumplió Alemania durante su sangriento desarrollo. Es que uno de los dos totalitarismos que signaron ese violento lapso de cien años -el nazismo- fue alumbrado allí (el otro, como resulta obvio, es el comunismo soviético). Y una de las características salientes, ya que no la principal, del abominable régimen que encabezó Adolf Hitler fue el expansionismo territorial, plasmado por intermedio de una política exterior diseñada para la guerra. La conflagración que se extendió entre 1939 y 1945 costó millones de vidas y la devastación de todo un continente. Esos datos escalofriantes, sumados al triste antecedente en el mismo sentido que significó la Primera Guerra Mundial, desembocaron en la concreta prohibición de prácticas bélicas para la nación germana, primero dividida y reunida luego, a partir de la caída del muro de Berlín en 1989. Por eso la decisión del canciller alemán, Gerhard Schroeder, de desplegar tropas y embarcarse de lleno en la guerra que la alianza encabezada por Estados Unidos lanzó contra el terrorismo internacional después de los atentados del pasado once de septiembre es sin duda histórica. Tal impronta está dada por lo vertiginoso del cambio de la política exterior y militar alemana desde la reunificación del país en 1990 y especialmente desde que se encuentra gobernada por la alianza de socialdemócratas y el partido verde, antes pacifista, hace ya tres años. Al mismo tiempo resulta ostensible la transformación que se operó en la sociedad alemana, que de sostener a rajatabla el pacifismo mundial en la época de la Guerra Fría, y engendrar el movimiento antimilitarista más militante en la década de los ochenta, ha terminado por aceptar la aplicación de soluciones militares para variados conflictos, como el de Kosovo, de raíz étnica, o el actual de Afganistán. El alineamiento de Alemania con la guerra al terrorismo liderada por Estados Unidos y Gran Bretaña debe ser evaluado como un positivo paso dado por esta poderosa nación europea en defensa de los ideales de la democracia, seriamente amenazados por las prácticas totalitarias del integrismo. Y su activa participación constituye, además, una buena oportunidad para reivindicarse de un pasado que la inmensa mayoría de sus habitantes quiere recordar, pero para que jamás se repita.
| |
|
|
|
|
|
Diario La Capital todos los derechos reservados
|
|
|