Nueva York. - La tensión a bordo aumenta. "Enseguida llegamos", dice Chris Mason. Los pasajeros del barco de Circle Line, completamente lleno, preparan sus cámaras para fotografiar Ground Zero (Zona Cero), el lugar donde una vez se erigieron las Torres Gemelas. "Lamentablemente ésta es ahora nuestra mayor atracción", señala Mason, quien ahora se entera: "Se trata de un concepto militar. Describe el punto en el que se produce la explosión de una bomba atómica".
El alcalde de Nueva York, Rudolph Giuliani, llamó a los turistas a visitar la ciudad, ir a los teatros, restaurantes, gastar dinero y ver la Zona Cero. A veces, como ocurrió hace poco con la llegada del primer Concorde desde el accidente el año pasado en París, saluda en persona a los visitantes en el aeropuerto Kennedy. "Mi nombre es Rudy, bienvenido a la ciudad más maravillosa del mundo", suelen ser sus palabras.
Las primeras semanas después del 11 de septiembre mostraron cuán importante es el turismo para Nueva York. La ocupación hotelera bajó entonces a sólo un cuarto, los teatros de Broadway estuvieron a punto de cerrar y quebraron agencias de viaje. Miles de personas perdieron sus empleos en el sector turístico y tan sólo las pérdidas fiscales en ese área llegaron a varios millones.
Ya no es como antes
Por fin, dos meses después de los atentados, Rudy parece haber sido escuchado, aunque ya la situación no es como antes, cuando los hoteles de la ciudad subían los precios de las habitaciones año tras año y a pesar de ello estaban llenos. El hecho de que la ocupación sea de más de 50 por ciento tiene mucho que ver con las ofertas que surgieron. Pero sí han vuelto a su esplendor las colas delante del Empire State Building o frente a la taquilla de Times Square, y siguen creciendo.
También llega mucha gente en aviones, y el miedo a volar de los primeros días va quedando atrás. "Incluso en el viaje de ida sólo había dos o tres caras asustadas", relata la azafata de Lufthansa Ludmilla Hillebrand. "Pero sí es cierto que muchos nos miran con mayor atención cuando explicamos la función de las máscaras de oxígeno", añade su colega Regina Fritsche.
En el aeropuerto Kennedy sigue habiendo vuelos retrasados porque los pasajeros son retenidos debido a las estrictas medidas de seguridad. Hans de Vries, de 40 años, y su amigo Koenten Voorde, de 37 años, muestran comprensión. Ambos holandeses lo pensaron mucho antes de concretar su ansiado viaje a Nueva York. "Hicimos la reserva justo el 11 de septiembre, un cuarto de hora antes de que el primer avión se estrellara contra el World Trade Center", cuenta Voorde. "Pero después de una bonita semana podemos decir que ya está. Nueva York no es sólo la Zona Cero. La vida fluye, la gente es más amable que antes y los hoteles más baratos". (DPA)