| | Editorial Evasión, ¿una cultura?
| El flagelo resulta vastamente conocido en la Argentina y el país sufre hace largo tiempo sus funestas consecuencias. Técnicamente, se lo denomina evasión impositiva. Encontrar soluciones efectivas para erradicarlo o, cuanto menos, disminuir de modo notorio su más que negativa incidencia constituye uno de los desafíos centrales del actual equipo económico en el marco de una coyuntura harto dificultosa, que no perdona contradicciones y cada vez admite menos errores. Ciertamente que la concreta incidencia de la recesión debe ser situada como el principal elemento que conspira para que la gente no abone con puntualidad -o directamente ya no pague- los impuestos. Sin embargo, la reiteración de moratorias ha terminado por crear, en demasiados ciudadanos, un hábito pernicioso. Su pensamiento podría ser graficado, coloquialmente, de este modo: "No pago. Total, tarde o temprano llega una moratoria y saldo mi deuda por una suma muy inferior a su valor real". ¿Quién no ha escuchado ese razonamiento u otros parecidos en boca de muchos contribuyentes? ¿Y quién no ha oído, alguna vez, las quejas de los pagadores puntuales, que con todo derecho afirman que su actitud -la que corresponde, por otra parte- no les significa beneficio alguno sino que, por el contrario, termina por convertirse, cual insólito bumerán, en una desventaja? He allí, entonces, el principal peligro, la asechanza oculta: que la evasión acabe por transformarse en, virtualmente, una cultura. Y que lo que debiera ser, en síntesis, una excepción punible se torne una costumbre no bien vista, por cierto, pero tampoco castigada. Y en realidad, en muchos casos, hasta recompensada. Habrá que tener, por ende, un cuidado extremo en el momento de generar políticas relacionadas con tan delicado aspecto de la realidad cotidiana. Porque ciertas conveniencias coyunturales -léase perentoria necesidad del Estado de hacerse, ya, con fondos frescos- pueden dar pie a decisiones equivocadas, de efectos potencialmente nefastos para la comunidad. Al respecto, sin dudas que habrá que considerar lo difícil de la actual circunstancia, pero de manera simultánea diseñar un sistema que reconozca a quienes cumplen y castigue con dureza a los que evaden. Reglas del juego claras serán en beneficio de todos. Y, principalmente, de un país castigado por factores externos, pero perjudicado -también- por esa actitud que alguien bautizó, con notable acierto, "viveza criolla".
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