La distinción fue otorgada por la Academia Nacional de Bellas Artes

Espinosa, premio Rosario 2001

El artista, que integró el grupo de arte concreto en los 40, inauguró una retrospectiva en el Castagnino

El premio Rosario, que anualmente organiza la Fundación Museo Castagnino, fue otorgado este año al artista Manuel Espinosa (1912) por la Academia Nacional de Bellas Artes. Por tal motivo, en el Museo Castagnino (Pellegrini y Oroño) se acaba de inaugurar una muestra retrospectiva del destacado artista, que incluye pinturas y dibujos de varias etapas de su producción.
En 1945 Espinosa participó activamente en la creación de la Asociación de Arte Concreto Invención. El catálogo de la primera muestra, realizada en el Salón Peuser, el 18 de marzo de 1946, abría con un manifiesto grupal firmado por el artista, junto con Edgard Bayley, Tomas Maldonado, Alfredo Hlito, Enio Iommi, Claudio Girola, Alberto Molemberg, Lidy Praty, Antonio Coraduje, Simón Contreras, Primaldo Mónaco, Oscar Núñez, Jorge Sousa y los tres hermanos Lozza.
La originalidad del movimiento fue considerar a la pintura concreta como la eliminación de todo ilusionismo, lo que se plasmó en la concepción de una pintura que se valió de sus potenciales específicos (color, forma y espacio), sin recurrir a un relato plástico basado en signos o símbolos que consideraban ajenos a su especificidad.
Se postulaba así el fin del arte representativo y se apeló a los marcos recortados (de forma irregular) para destruir la ficción del cuadro-ventana, instalado por la tradición renacentista. Se intentaba también superar el carácter subjetivo y humanista de la avanzada de esos años -el surrealismo y el realismo socialista-, a partir de ciertas exploraciones del constructivismo internacional. "Nos apartamos de la pintura tradicional -explica Espinosa- buscando que ésta valiese por sí misma. Como en algunas composiciones musicales, que no tienen objetivos reales, nosotros intentábamos ir a la esencia de la pintura".
Para el artista, "esa ruptura se entroncaba con las búsquedas de un nuevo lenguaje visual en correspondencia con las exigencias de una nueva sociedad tecnológica, industrial".
Tras aclarar que el arte concreto no es abstracto (la idea de la abstracción implica partir de una figura para realizar una operación de abstracción) advierte que se trató de "un cambio profundo en cuanto a una cierta visión del mundo. Un mundo donde movimiento y tensiones eran la razón de ser de las cosas".
Al disolverse el grupo, Espinosa abandonó los objetivos comunes pero siguió fiel al espíritu de la no figuración y elaboró una pintura construida a partir de elementos geométricos. Dentro de estas características comenzó a desarrollar series donde los distintos elementos (en general formas circulares y cuadradas) se combinan y superponen para dar lugar a pasajes y transparencias.
Según recuerda, en 1951 viajó a Europa y en París conoció a Vantongerloo y en Amsterdan a Vonmderberge-Gildewart. Este último, sobre todo, lo orientó en las nuevas búsquedas.
De esta manera se abrió en su obra una nueva etapa. "Era una imagen personal -dice- que empezaba a definir lo que me proponía lograr. Utilizaba el color plano para los círculos y semicírculos que distribuía en la tela, cortándolos con líneas horizontales de distintos espesores. De esta manera, obtenía variaciones sobre un mismo tema y jugaba con los distintos ritmos que se producían entre los espacios y los elementos". Más adelante comenzó a combinar círculos y cuadrados, con transparencias, para plantear distintos problemas de color y de luz. De esta manera, se acercó a ciertas experiencias del arte op.
Espinosa observa, que si bien parecen lejanas las ideas utópicas de los años 40, él no puede negarse a sí mismo, a sus convicciones más profundas. En este sentido, explica su actitud consecuente con un cierto vocabulario plástico y la búsqueda de un diálogo con el contemplador. La manera de lograrlo es a través de formas básicas, color, transparencias -"estructuras regidas por lo simple, claro y armónico", indica-.