Gustavo Yarroch
El seleccionado argentino está tan afianzado como equipo que gana hasta cuando no juega bien. Su víctima de turno fue Perú, y el 2-0 apenas sirvió para acentuar su avasalladora marcha por estas eliminatorias que lidera con una holgura impensada. Los escasos 19 mil espectadores que concurrieron al Monumental tuvieron que esperar hasta el primer minuto del segundo tiempo para festejar la apertura de Walter Samuel. El segundo llegó a los 39, cuando el ingresado Claudio López definió de derecha ante la salida de Miguel Miranda. Pese a la cierta comodidad que sugiere el resultado, los raptos de inspiración fueron escasos, pocos, mucho menos de lo que podía esperarse del equipo que orienta Marcelo Bielsa, que recién despertó a la gente en los cinco minutos finales. En el primer tiempo Argentina no pudo disimular que se trató de un partido en el que los puntos en juego estaban de más. Su nivel estuvo muy por debajo del que supo mostrar a lo largo de casi toda la eliminatorias. Solamente cuando la pelota pasó por los pies de Juan Sebastián Verón y Cristian González desbordaba por el sector izquierdo, el equipo nacional puso en aprietos al modesto adversario. El problema fue que la Brujita careció de la compañía adecuada para que el circuito ofensivo se aceitara. Al comienzo, el equipo dirigido por Julio César Uribe le salió a jugar sin temores a la Argentina. Sin embargo, no había transcurrido diez minutos cuando los peruanos acusaron el típico complejo de inferioridad que se adueña de la mayoría de los visitantes cada vez pisan el Monumental. A partir de allí, Argentina se apropió de la pelota y el juego se desarrolló casi íntegramente en el terreno peruano. Empero, las permanentes faltas tácticas a las que echó mano el rival y la escasa claridad en ataque conspiraron contra las chances ofensivas del cómodo líder de las eliminatorias. Otro de los problemas que sufrió el conjunto albiceleste fue que Cruz jamás entró en sintonía con el resto de sus compañeros. Es cierto que el juego le llegó poco, pero también lo es que en las contadas ocasiones en que entró en contacto con la pelota no hizo más que despertar murmullos de descontento por parte de la gente, tal vez demasiado exigente con él. Argentina encontró la llave apenas volvieron del descanso. Luego de un tiro libre de Verón y de una serie de rebotes iniciados por el arquero, Samuel se vistió de centrodelantero para empujarla al gol. El equipo albiceleste siguió controlando el partido casi a voluntad, y allí aprovechó Bielsa para probar a Pablo Aimar, quien ingresó por el ayer intrascendente Ariel Ortega. A los 31, Claudio Pizarro le aplicó un manotazo en la cara a Javier Zanetti y debió irse expulsado. Hubo que esperar hasta los 39 para que Argentina gritara el segundo: Sorín le metió un pase bárbaro al Piojo y el delantero de la Lazio definió con la derecha. Argentina volvió a ganar y no es noticia. Sabedores de que tal vez fue el último partido en casa antes del mundial, al final los jugadores se tomaron de sus brazos y saludaron a cada una de las tribunas. La gente le respondió con aplausos. Un telón apropiado para un equipo que viajará a Japón y Corea como firme candidato al título.
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