Año CXXXIV
 Nº 49.292
Rosario,
martes  06 de
noviembre de 2001
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Reflexiones
Musulmanes democráticos

Andrés Ortega

Se suele afirmar que los dos vocablos no suelen ir juntos. Para Samuel Huntington, el autor del famoso choque de civilizaciones, el problema para Occidente no es el fundamentalismo islámico, sino el propio islam. El análisis empírico lleva a uno de los mejores expertos del mundo en política comparativa, Alfred Stepan, a una conclusión contraria a Huntington: aproximadamente la mitad de los musulmanes en el mundo viven en regímenes plenamente o bastante democráticos. En un libro que acaba de publicar (Arguing Comparative Politics, 2001), al hablar de •sistemas religiosos y democracia', da una cifra: 435 millones de musulmanes, o incluso más de 600 millones si se cuenta Indonesia (190 millones de musulmanes), de un total de algo más de 1.000 millones en el mundo.
Mucha gente se fija al hablar del islam en el mundo árabe. Marruecos o Jordania son más abiertos que Libia o Arabia Saudí. Como indica Stepan, algunos intentos de apertura en el mundo árabe se han visto frenados, contaminados, por el conflicto de Oriente Próximo. Los árabes musulmanes suman unos 200 millones, es decir, que son una minoría entre los musulmanes del mundo. Los tres países con mayores poblaciones musulmanas no son árabes: son Indonesia, Pakistán (120 millones de musulmanes, que tuvo elecciones libres pero sufrió un golpe de Estado en 1999) y Bangladesh (110 millones y elecciones bastante libres en 1996). Stepan incluye en sus cuentas a Turquía, a los 120 millones de musulmanes que viven en India y a los 20 millones en Occidente que en los últimos años vivieron experiencias pluralistas.
Todos los países son apreciados por los ratings democráticos de la ONG Freedom House, que da una nota de •en parte libres' a algunas sociedades de mayoría musulmana, como Indonesia en 1999 (cuando suspendía en 1997), Pakistán, Bangladesh o Turquía. Por desgracia, desde 1999 en Indonesia hubo una sacudida, y en Pakistán, un golpe llevó a Musharraf al poder.
¿Cuál es el problema, el islam u otros factores, como el poder de los militares cuando constituyen un Estado dentro del Estado, con sus fuentes de financiación? En Pakistán son los que mandan; en Indonesia, sólo un 30% del gasto militar sale del presupuesto nacional; el resto, de sus propias empresas; en Argelia, como en Turquía, tienen una parte importante de la riqueza nacional a la que no quieren renunciar.
En Europa nos ufanamos de la separación entre Iglesia y Estado, pero al menos cinco de los quince países de la UE tienen iglesias oficiales. Porque lo exige la Constitución, el rey de Noruega (país no miembro de la Unión) tiene que pertenecer a la religión evangélica luterana, la •oficial del Estado'. En España, la Iglesia católica tiene una postura especial en el ámbito fiscal, en la enseñanza y en otros aspectos. Sólo Portugal prohíbe la denominación religiosa a los partidos políticos. Y sólo la República francesa se define como laica.
En general, aunque con algunas excepciones, en elecciones libres y de participación normal (excepto en Argelia en 1991) los partidos fundamentalistas islámicos no suelen ganar. En el fondo la cuestión es dejar que florezca el pluralismo y su propia adaptación a la modernidad en muchos de estos países. Incluso a través del fundamentalismo. Y que al final se pueda salir de la llamada •trampa islámica sobre elecciones libres', según la cual los fundamentalistas, una vez llegados al poder, acaban con la democracia. Pues, en ocasiones, como está demostrando Irán, la vía a la modernidad del mundo islámico puede pasar por una larga gripe integrista. En Irán, aunque no tienen la última palabra, los reformistas de Jatamí han ganado elecciones con un grado real, aunque no total, de pluralismo. Sin renunciar a combatir la violencia, ¿no habría que ser más liberal con los demás? Laisser faire, laisser passer. Y no dar nada por supuesto. Ni siquiera esto.

(*) El pais - Madrid


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