La suerte de Fernando de la Rúa ha quedado aferrada al destino de Domingo Cavallo. O sea: al suceso que obtenga su programa de reestructurar la deuda y alentar la reactivación, un enfoque que si el presidente hubiera encarado cuando llegó en 1999 a la Casa Rosada, es decir con ese alto respaldo y legitimidad política, hubiera generado un shock de entusiasmo que hoy no provoca. Los industriales criollos, tan necesitados de alguna buena noticia, arriesgaron a afirmar que se hubieran evitado cien mil quiebras.
Hay funcionarios que lo reconocen, pero no hay autocrítica. Está en la historia que De la Rúa optó por el recetario del FMI, de equilibrar las cuentas fiscales, que llevó a ajuste sobre ajuste, a profundizar el modelo de concentración y exclusión; a un callejón sin salida que incluso colocó el adelantamiento de las presidenciales como modo de darle salida a la crisis económica que había alcanzado al gobierno luego de su revés electoral.
Hay un dato clave: el Tesoro de los EEUU desde los tiempos del megacanje reclama un "plan sustentable" de crecimiento como modo de garantizar que la deuda externa no se iba a devorar a la Argentina. Dicho de otro modo: el gobierno debía olvidarse de fondos para el presupuesto, preparar un plan coherente de crecimiento y de inclusión social para evitar su estallido como secuela del modelo, para que EEUU diera luz verde a la faena de rebanar parte de los intereses de la deuda. Condición para este objetivo era exhibir "voluntad de sacrificio y credibilidad". Esa es la base del déficit cero.
El miércoles, desde una computadora de Presidencia se envió a O'Neill un mail "con lo sustancial de la legislación y el jueves por la mañana llegó el OK. Era la señal que esperábamos". Va de suyo que fue en inglés. Es decir, se pidió permiso o consejo o visto bueno, llámese como se quiera, a los EEUU para hacer los anuncios. Según la alta fuente oficial que cuenta estos detalles, ello explica el silencio de esfinge del presidente, la desorientación de gran parte de los ministros e incluso de colaboradores cercanos a Domingo Cavallo que preparó en soledad, primero con Horacio Liendo y en los finales con el israelí-norteamericano Jacob Frenkel, lo sustancial de la legislación que abre el camino a una larga negociación con los acreedores. De esa logia fueron excluidos integrantes del equipo económico, lo que determinó la salida del secretario de financiamiento Julio Dreizzer y los rumores del alejamiento de Daniel Marx, el interlocutor más confiable para los banqueros. El primero, muy vinculado a un gran banco, de los varios que estarán afectados por las medidas, se justificó en "razones personales".
El peligro del optimismo
Para las autoridades, se cambiaron las reglas económicas, pero también políticas. Un optimismo que debe ser verificado por la vida. Esa luz proveniente de Washington hizo innecesario el acuerdo previo con los gobernadores para hacer los anuncios y es todo el secreto del que se jactó Cavallo. Pero es un camino obligatorio. El acuerdo político es insoslayable para obtener sostén financiero para la reestructuración, o sea, "convencer" a los acreedores de que es mejor aceptar un nuevo bono que rinda un 7% anual, contra el 11% actual, y que le permita al Estado ahorrar 4 mil millones de dólares en intereses que hagan posible el déficit nulo. ¿Cuánto dinero se supone como mínimo para este rescate de, en lo posible, los 130.000 millones de deuda? En el gobierno juran no saber. Creen que llegarán 3.000 millones de dólares previstos para este menester otorgados por el FMI y una suma similar, acaso más alta, entre lo que podrían entregar el Banco Mundial y el BID. Por lo pronto, Cavallo necesita que el FMI anticipe los 1.300 millones de dólares afectados al tesoro, para levantar vencimientos en noviembre.
En esta cruzada donde el gobierno se juega todo, el comunicado del G7, ampliado luego a Rusia, respaldando el plan busca amortiguar la desconfianza de los mercados externos que el viernes votaron por lo que consideran una "quita compulsiva inadmisible". En Wall Street los brokers, muchos de ellos argentinos, dicen del plan: "Tiene cola de león, rugido de león y pelo de león, es un león". Es decir, la Argentina entró en default, palabra que los funcionarios, con seguridad religiosa, se niegan a aceptar. Standard & Poor"s, cuyas opiniones suelen ser letales, sostiene que aun voluntario es de calificación "D". Están convencidos de que no lo es: así se lo transmiten los bancos locales.
Que el camino está sembrado de espinas, lo exhiben las dificultades para acordar con los gobernadores el modo que se distribuirán los impuestos federales, incluso el del cheque, con el que se piensa garantizar la "reestructuración voluntaria". Para los gobernadores es un desafío: el poder central, como si revivieran los viejos pleitos entre la aduana de Buenos Aires y el interior, les reclama que no se conformen con la renegociación de su deudas, sino que lleven también a fondo el objetivo de no gastar más de lo que recogen y reciben. Para muchas provincias, puede significar convulsiones a las que difícilmente lleguen a tiempo el plan social que manejará Patricia Bullrich, según modelos de Francia y Suecia, que unifica todos los actuales menos dos, que seguirá manejando el desguazado Ministerio de Promoción Social con futuro incierto.
En el oficialismo volvió la euforia como en tiempos del blindaje, deglutido en semanas y que arrastró a dos ministros. Una encuesta ordenada por Bullrich indica que el 73% de los consultados entendió que el presidente se orientaba a cumplir con las demandas expresadas en las urnas. Léase así: "Hemos conseguido fuerte respaldo popular". Y político, a la luz de los documentos de los restos de la Alianza o pronunciamientos como el de Eduardo Duhalde. ¿Cuánto durará esta visión idílica?. "Le hemos marcado la cancha al peronismo", se ufanan. Desde esta perspectiva, creen que la oposición triunfante el 14 de octubre no tiene otro sendero que apoyar el programa. Se enojan cuando sólo se habla de la deuda. Reclaman que se lea el plan como un cuadrilátero: que es reactivador, de inclusión social, de rescate de empresas amén de reestructurador de la deuda. No sólo los peronistas quedarían estrechados; también los críticos dentro de la UCR y el Frepaso. Y para De la Rúa, queda abierta una nueva perspectiva, imaginan.
El difícil déficit cero
En todo caso, el panorama es más complejo. En lo inmediato quedan aislados aquellos que reclamaban el anticipo de las presidenciales, es decir, la salida de De la Rúa, y deja con menos fuerzas al sector que pide que sea uno del PJ quien cubra la vicepresidencia primera de la Cámara alta. Todo dependerá de que el programa expuesto sea idóneo para salir de la recesión. Igual que el déficit nulo del presupuesto y donde el gobierno requiere de respaldo para reducir más de 6 mil millones de pesos. Si la recaudación no trepa, deberá ser mayor. Hay un silencio sospechoso sobre la poda de gastos estatales que afectarán, entre otros, al Pami y el fondo de incentivo docente. En el Congreso, donde la actitud peronista es vital. Elisa Carrió y Oscar Lamberto en su momento le rebanaron, de los poderes especiales entregados al ministro de Economía, la posibilidad de utilizar la recaudación tributaria como garantía para el canje en trámite. En el gobierno dicen que el Parlamento queda al margen dado que las garantías ofrecidas son la recaudación por la ley al impuesto al cheque, que incluye esa posibilidad. El PJ debe decidir si respalda esta visión.
En Wall Street suponen que gobernadores y legisladores de la oposición se opondrían al paquete. Es que en Manhattan leen linealmente algunas declaraciones, como las del peronista Humberto Roggero, que se pintó el rostro para que los diputados que lidera voten contra el ministro. Si sólo era por el momento más duro de las negociaciones de los gobernadores o una estrategia no es dato menor. En la Unión Cívica Radical los detalles de los anuncios sorprendieron. En su último encuentro con De la Rúa, el presidente no sólo no le habló de la reestructuración: seguía con el discurso de "honrar los compromisos". Fue uno de los diálogos más francos que tuvieron en mucho tiempo. "Tenés que tomar decisiones rápidas, recrear la Alianza que te llevó al gobierno y convocar a la unidad nacional. La situación es muy grave y el partido hará lo imposible para que llegues al 2003", le dijo el ex al actual en esas horas de zozobra, cuando la idea de presidenciales anticipadas comenzaba a ganar espacio político y periodístico.
Se afectan intereses intocables
El paquete económico y social no es neutro. Esta vez De la Rúa (y Cavallo) aceptaron tocar intereses del sector financiero. La mitad de la deuda pública está en manos de bancos y fondos de pensión locales que deben optar por una rebaja de las tasas hasta el 7% como techo, de suyo alta para las que rigen actualmente en EEUU y que probablemente bajen esta semana pero que es una importante reducción. Son en los cálculos oficiales cuatro mil millones de dólares que dejan de percibir los bancos de aquí y afuera, que en gran parte son lo mismo, y sus hijas, las AFJP. Tendrán su compensación: la bancarización del sistema financiero, a horcajadas del plan social universal. Esta asistencia es en rigor financiada por los propios asalariados: no hay distribución del ingreso en un país con renta concentrada sino una reasignación de jubilaciones futuras y de las asignaciones familiares. Son en cambio más generosas las medidas tendientes a rescatar empresas, alegran los corazones de algunas de las más importantes, y en el aliento para repatriar capitales, antiguo anhelo de todos los recaudadores.
El mensaje es inequívoco: el gobierno paga hasta el 7% a partir de enero del 2002, es decir, que intentará en las semanas que faltan convencer que es mejor negocio la garantía de la recaudación fiscal que las perspectivas de la cesación de pagos. Es si sale bien, un "default ordenado", aunque se niegue el calificativo, previsto por los mentores del proyecto y que puede tener chance si se reactiva la economía en poco tiempo y la recaudación no cae... Los meses que vienen serán duros y el gobierno deberá hacer cabriolas para convencer de que hay luz al final del camino. La depresión económica no se revertirá únicamente por mejora de la demanda por vía del mayor ingreso real de los asalariados en blanco y la ayuda social. Además, el contexto de recesión internacional es un condicionante.
En algún momento, la cuestión cambiaria deberá ser tomada por las astas: incluso en EEUU creen que es el corsé al crecimiento. El presidente habla de la convertibilidad con respeto reverencial. Sin embargo, hombres como Roque Fernández, un ultraortodoxo, ahora sostiene que con equilibrio fiscal no es impertinente ir a una moneda flotante. De hecho, la difusión de los bonos, sean patacones o Lecop, introduce una tercera moneda, no convertible. En Brasil creen que el patacón nacionalizado podría en algún momento reemplazar al peso como moneda y flotando, condición para el signo monetario único del Mercosur. Es sólo el inicio del debate.
"EEUU no nos abandonó", aseguró el movedizo embajador argentino en Washington, Guillermo González. Es difícil pensar en términos de generosidad, pero sí de seguridad: evitar el efecto tango en el patio trasero en momentos de una guerra de futuro incierto en el Asia. Esa era la certeza que animaba a Cavallo cuando todos lo miraban de reojo.