| | Editorial Basta de escepticismo
| El último paquete de medidas económicas lanzado por el gobierno nacional tiene características muy particulares. Es que, más allá de los tecnicismos posibles en todo análisis, resulta ostensible que, por esta vez, los sectores de quienes se demanda un esfuerzo en pro de reconstruir la deteriorada situación del país no son los mismos de siempre. Y esa novedad, sin dudas, constituye tanto una sorpresa como un bienvenido baño de imprevisibilidad en relación con las decisiones que emanan del Ejecutivo. En esta ocasión, tal como se lo dijera antes, los beneficiados con el conjunto de disposiciones no son -cual resultaba tradicional- los grupos del capital financiero. Ahora, aquellos por los que se optó a la hora de la verdad son quienes están vinculados con las áreas de producción y, aunque parezca insólito, los asalariados. Era hora. Sin embargo, lo más curioso del caso es que al parecer los mismos favorecidos por el cambio de rumbo son quienes aún no se han dado por enterados. ¿Paradójico? Por supuesto que sí. Pero "paradójico" no quiere decir "sin fundamentos". Existe una clara razón por la cual muchos no consideran ni siquiera posible que la Argentina salga del profundo pozo en cuyo fondo permanece desde hace tanto tiempo. Y esa razón, aunque ciertamente se halle sustentada en factores objetivos, se relaciona con el resbaladizo terreno de la subjetividad, y se llama escepticismo. Ocurre que no existe peor crisis, en el terreno de la economía, que aquella que lleva por nombre "depresión". Los niveles de desesperanza que genera en la población de los países que afecta son elevados, y complejos se vuelven los caminos a recorrer si se quiere escapar de su perniciosa influencia. Aun la principal potencia del mundo, los Estados Unidos, supo de sus dramáticas consecuencias en la década del treinta del siglo pasado. Tardó en salir. Y cuando lo hizo, fue a partir de recetas que no dejan de tener cierta similitud con la que acaba de delinear el Poder Ejecutivo. Pero, más allá de lo concreto de las medidas, existe un elemento clave que se denomina consenso. Y allí parece estar el talón de Aquiles, no del plan en sí mismo, sino del elenco que conduce los destinos de la Nación. Sin embargo, ante la señal emitida, tal vez sería útil para el conjunto de la sociedad -simpatías políticas o partidarias al margen- acompañar el esfuerzo. No están las cosas como para reparar en detalles, sino para apartar rotundamente el desaliento y construir, desde el lugar que ocupa cada uno, el futuro del país. Por el bien de todos.
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