El Estado argentino comunicó a través de la Secretaría de Transporte que retiraría el subsidio de la concesión de dragados y balizamiento desde Santa Fe al mar en torno de los 40 millones de dólares por año a partir del 1º de enero de 2002.
Es imposible analizar el tema fuera de contexto sin cometer el pecado de caer en demagogias que no conducen a solución alguna.
Nadie ignora que la situación económica financiera de la Argentina es caótica y según el punto de vista con que se mire, hasta terminal. Sin embargo con esto, los productores, que en definitiva pagarán los mayores costos -estimados en aproximadamente 0,70 dólar por tonelada- sumarán a las condiciones climáticas adversas el bajo precio de sus cosechas lo cual no es poca cosa.
Pero hay que tener en cuenta que no se puede dejar de dragar porque el costo-beneficio de mayores profundidades es de 1 a 3 aproximadamente, quiere decir que si el dragador se para por falta de pago, el perjuicio será mayor para el productor. Por tal razón, se le pidió al ministro de la Producción de Santa Fe, Miguel Angel Paulón, que solicite a las autoridades nacionales la formación del órgano de control previsto en el pliego y gestionado en el año 1994 conjuntamente con el gobernador Carlos Reutemann en su anterior mandato.
Subsidio reparador
En este contexto, es importante aclarar que el subsidio de la hidrovía se consiguió como una forma de compensar los subsidios a los puertos de mar de la provincia de Buenos Aires, caso contrario nos hubiésemos conformado con el costo del dragado de apertura evaluado en 120 millones de dólares.
Pero el perjuicio mayor que sufren los productores es el precio magro de sus cosechas por el manipuleo del mercado consumidor deformado por los subsidios a los cereales que hacen la Unión Europea, Estados Unidos y Japón que alcanzan anualmente los 350 mil millones de dólares, prácticamente el doble de nuestra deuda externa.
Ante esto, vale preguntarse: si básicamente nuestras exportaciones son los alimentos ¿cómo vamos a pagar la deuda entonces?
La hidrovía, es un formidable medio de transporte que sólo mueve el 10 por ciento con relación al PBI, comparado con el de Estados Unidos y la Unión Europea. Si en lugar de ocho millones moviéramos 80 millones de toneladas en los tramos llamados barcaceros, podríamos mejorar el sistema a 40 pies de profundidad sin necesidad de subsidios. Conviene saber que los puertos de mar no pueden competir con la hidrovía aún a 32 pies porque están a 400 kilómetros promedio de la pampa húmeda y el costo del flete del camión la hace inviable.
Los funcionarios nacionales, en vez de hacer relaciones públicas en el Comité Intergubernamental de la Hidrovía deberían ocuparse de denunciar las maniobras de los lobbies brasileños que inventan el impacto ambiental para desviar mercaderías a sus puertos y mercados, además de los subsidios a los ramales ferroviarios y rutas pavimentadas que, para colmo de sus productores, están congestionadas en épocas de cosecha. Esto tiene que cambiar porque el continente está ocupado en un 70% de su superficie por dos habitantes por kilómetro cuadrado donde hay registros pluviales de 1.500 mm anuales y 40 millones de nordestinos hambrientos viven en zonas secas.
(*) Especialista en temas portuarios