"O el gobierno nacional despierta del extenso letargo en el que sigue inmerso o la idea de convocar a elecciones adelantadas dejará de ser una temeridad", se escribió hace siete días. Aun cuando un retiro anticipado del poder por parte de Fernando de la Rúa constituiría un signo de insensatez político-institucional, el autismo oficial, la incontinencia verbal de ciertos dirigentes sindicales y de algún que otro senador electo (léase Luis Barrionuevo), sumado a la encarnizada pelea de varios ministros entre sí, se encargan de abonar un escenario pantanoso, donde la única certeza es, precisamente, la insensatez.
Hay suficientes ejemplos empíricos que sustentan el desolado panorama poselectoral:
* Tras la paupérrima elección, el gobierno sigue ensimismado, haciendo lecturas equivocadas de los resultados y sin que se le caiga alguna idea novedosa.
* Con una grilla institucional, a excepción del ¿poder? formal que surge desde la Casa Rosada, hegemonizada por la oposición (Parlamento y Gobernaciones) que ameritarían señales de acercamiento con las provincias, el ministro Domingo Cavallo prefirió cachetear públicamente a los gobernadores y acusarlos de ser los demonios que pusieron al país al borde del precipicio.
* Tras la ausencia de candidatos oficialistas que hayan defendido las políticas de gobierno durante la campaña, varios de los ministros convirtieron al gabinete en un ring donde la lucha parece ser de todos contra todos: Cavallo vs. Colombo, Colombo vs. Bullrich, Cavallo vs. Marx (y sigue la lista).
* Lejos de buscar soluciones a las dificultades que existen con Brasil, el socio principal del Mercosur, el jefe de Hacienda vomitó su ira contra el gobierno de Fernando Henrique Cardoso.
* Haciendo oídos sordos a las encuestas que indicaban que Juan Pablo Cafiero era el ministro con mejor imagen del gobierno, De la Rúa le podó los fondos sociales y erigió como reemplazante a un atribulado Daniel Sartor, quien hizo el ridículo en el programa de Jorge Lanata, sin poder aclarar ninguna de las denuncias de corrupción formuladas en su contra. Como si fuera poco, puso al Frepaso residual afuera del Ejecutivo y a un paso de retirarse de la Alianza.
* Lejos de intentar apagar las llamas, el delarruismo atizó el fuego con la nomenklatura de la UCR. El partido conducido por Raúl Alfonsín sigue pareciéndose más a una estudiantina que a una agrupación capaz de sostener a un presidente de la Nación de extracción radical.
Mientras el gobierno transita por otro fin de semana salvaje, en el PJ hacen su aporte a la confusión general.
* José Manuel de la Sota envió a uno de sus delfines a proyectar cambios urgentes en la ley de acefalía, dándoles aire a quienes aventuran un adelantado paso al costado de De la Rúa.
u Los gobernadores de las provincias chicas (más Carlos Reutemann) se metieron de cabeza en una dura lucha con dos de los mandatarios estrella (De la Sota y Ruckauf) por la relación con el poder central.
u Eduardo Duhalde (quien se autoconsagró como la vedette electoral) combinó su sobreactuada postura dialéctica a favor de la gobernabilidad con la presencia en el acto en el que Barrionuevo clamó por el alejamiento anticipado del presidente.
Hoy, el justicialismo es más una confederación de líderes provinciales que un movimiento nacional organizado. Es por eso que de la cabeza de algunos de sus principales referentes baja la idea de anticipar la convocatoria a internas para decidir quién será el futuro candidato presidencial.
Más allá de frases grandilocuentes, debe decirse a favor del gobierno nacional que nadie tiene actualmente un plan alternativo serio, creíble y practicable que deje atrás sin traumas lo único que hizo desde el 10 de diciembre la raída Alianza oficialista: ajuste sobre más ajuste.
El país sigue en coma avanzado, la recesión no decae, el desempleo aumenta, y las urnas dejaron un mensaje lapidario para la dirigencia política: o cambia o se muere.
Se buscan líderes
En la elección del 99, como bien ejemplificó el sociólogo Carlos Fara, la sociedad puso un aviso diciendo: "Se buscan líderes aburridos, de bajo perfil, con sensibilidad social y gerentes". El 14 de octubre de 2001, el mensaje fue cambiado por otro que dice: "Líderes se buscan. Sin propuestas para salir de la crisis, abstenerse".
Mientras ese mix de liderazgo y propuestas no salga a la luz, la clase dirigente continuará tapada por el descrédito. Y lo que es peor: el país seguirá convertido en un agujero sin fin.
A menos que el hoy devaluado Domingo Cavallo recupere sus dotes de mago y saque en las próximas horas un remozado conejo de la galera. Sería una buena manera de comenzar a gobernar en serio.