Año CXXXIV
 Nº 49.283
Rosario,
domingo  28 de
octubre de 2001
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Opinión
Antes de irse, Cavallo juega todas sus cartas

Isidoro Gilbert

No hay respuestas fáciles para explicar la crisis política que ahondó ahora Domingo Cavallo. El resultado electoral fue una expresión de ella, pero careció de respuestas rápidas y adecuadas. El presidente leyó mal lo ocurrido, pensó que los castigados eran los otros y que si bien hay malestar por la marcha de la economía, él ya estaba cambiando. Nada sugiere que no sea más de lo mismo.
Dijo que iba camino a reforzar su poder político con pasos cuidadosos: un indispensable convenio con las provincias para que se adaptaran a las necesidades del déficit cero; luego, anuncios sobre medidas económicas ahora inminentes que se coronaba con un cambio ministerial que debía expresar la fuerza del presidente rodeado por hombres de su absoluta confianza. El paquete será presentado como reactivante, que busca la baja de intereses de la deuda de las provincias y la externa, bajar el costo de la política y reforzar el gasto social. Si fuera así ¿por qué ralearon a Juan Pablo Cafiero, el último frepasista en el gabinete? Va de suyo que habrá reducción de gastos con desempleados.
A De la Rúa le cabe lo que Lewis Carroll escribió en "Alicia en el país de las maravillas": "Aquí, necesitas correr todo lo que puedas para permanecer en el mismo lugar". Es bella frase literaria; en política, es letal: todo está peor y se desconfía que el paquete modifique esa opinión. Y si faltaba algo, el Mercosur, objetivo estratégico del Estado y una de las condiciones para el reenfoque de la deuda externa con los EEUU queda dañado una vez más por Cavallo.
No fue un exabrupto porque en la Cancillería, antes de que el ministro diera "como agotada la asociación con países que hacen lo que quieren con sus monedas", sabían que instruía para enredar la discusión en la comisión especial que nació en la reciente cumbre De la Rúa-Fernando Henrique Cardoso. "Llegó a amenazar con cortar los suministros de energía, sin preguntarse a quien le pedimos los dólares con los que nos pagan", se murmuró en el Palacio San Martín. La tarea de la comisión, acordar salvaguardas provenientes de la asimetría cambiaria, quedó trunca. Además mientras los dos socios no llegan a un acuerdo, se les cierran los mercados de crédito. Va ser muy difícil que Adalberto Rodríguez Giavarini, eterno componedor de los entuertos, reflote otra vez más lo que Cavallo hunde. ¿Cómo entender que a espaldas del canciller haya enviado al embajador brasileño una carta donde le comunica que lo acordado por los dos presidentes merece su reparo?
Es mucho lo que está en la agenda entre los dos grandes del Mercosur. Por caso una reunión conjunta en noviembre con George W. Bush para encarar el problema de la deuda en el trasfondo de la nueva situación internacional. Es decir, bajo la óptica de la seguridad. Aunque hay discusiones sobre la sabiduría de esa conclusión, las dos cancillerías creen que EEUU no permitiría que Argentina entre en default y arrastre a Brasil con implicancias más vastas, en plena guerra contra el terrorismo.

Forcejeo con las provincias
El endurecimiento de la negociación con los gobernadores puede entenderse como una guerra de posiciones. A veces subir la apuesta da réditos: nada mejor que culparlos de la crisis y despegar las responsabilidades a su política favorable a los intereses más fuertes. Recibió el saludo del sector financiero y de los ortodoxos del déficit cero como panacea. Cavallo cuenta con la coincidencia de otra dura, Patricia Bullrich, enfrentada en la visión gobierno-sindicatos con Crhystian Colombo, que a la vez quedó desairado por el ministro de Economía y casi lo puso en la calle. ¿Logrará dividir a los mandatarios provinciales urgidos de fondos? Eso creen en Economía, a pesar de los gestos desaprobatorios de moderados con Carlos Reutemann a quien el ministro agravia demorándole créditos del BID mientras ensalza a De la Sota, su viejo amigo.
Si el presidente busca un gabinete homogéneo, tendría una oportunidad: retirar al díscolo, como lo reclama casi todo el arco político-empresarial. No lo hará, al menos antes de diciembre: sería el techo de espera.
Una lectura posible a la actitud de Cavallo es que se considera irremplazable. Los nombres que circulan como alternativa no convencen al jefe de Estado. Puede irse más a fondo: no le atrae otra orientación económica ya que puede traerle conflictos con sectores poderosos. Es lo último que aceptaría. El ministro repite el juego del gato y el ratón que mantuvo con Carlos Menem, con una diferencia abismal: en esos tiempos, muchos de los problemas que hoy afloran, estaban ocultos por la onda expansiva de la economía y otra era su relación con la sociedad. ¿Se convierte en el poder dentro del poder formal? Sí, si el presidente cede a los hechos consumados. Algún límite puso: no enviar el litigio gobierno-provincias a la Corte Suprema y que las negociaciones con los gobernadores sigan en manos de Colombo. Al mismo tiempo, puso al canciller full time para reparar el daño con Brasil.
Otra lectura es la de integrantes de su equipo: "juega todo por el todo, antes de dar un portazo, porque De la Rúa no lo acompañará hasta el fin". Fuera de aquel círculo piensan que son gestos desesperados porque no encuentra salida a la actual crisis. El viaje secreto a Nueva York no habría dado resultados para atender las urgencias de la deuda, aunque mantuvo una conversación telefónica pero amistosa con el subsecretario del Tesoro, John Taylor. En el gobierno le asignan a esa charla singular importancia. Solo ellos.
Un convenio de crisis con las provincias se sabía difícil. Pero clave para garantizarles sobrevivir, manejar la conflictividad social y afianzar la gobernabilidad. En algún momento una solución anduvo cerca, incluso una pasajera hasta fin de año como alentó Carlos Ruckauf. Los mandatarios del interior no reclaman el cielo. La controversia ronda por tres ejes: las deudas del poder federal, que encontraba una salida con los Lecop; la renegociación de los 10 mil millones de pesos que tienen las provincias con los fondos de pensión y los bancos y como compensar el recorte del 13% sobre el pacto fiscal vigente, porque así Cavallo lo acordó con el FMI para obtener el fugaz megacanje. Sin el ministro respaldándolo, Colombo gambeteó firmar un aval del gobierno central que permitía a las provincias pagar menores intereses por los bonos (del 15, no el 25 porque hay quitas técnicas, al 7 u 8%), un desahogo. Es una negociación que no todas las provincias pueden encarar solas. Algunos bancos aceptan el esquema y no por beneficencia. La diferencia de las tasas se capitalizan. El recorte compulsivo de los intereses, fue taponado por Standard & Pour's. Amenazó con una calificación de default. Desafiarlo es lo que está en discusión.

La deuda y cómo pagarla
La negociación Nación-provincias se restablecerá, lo que no da seguridades de un acuerdo para el 2002. Un observador anotó: "los peronistas no tienen garantías de que quien firme el acuerdo no será desairado". La relación gobierno-peronismo está dañada y alienta las expectativas de quienes creen que la debilidad presidencial lo conduce a un callejón sin salida. Si se cumple la amenaza de una marcha de las provincias a Plaza de Mayo, ¿quién puede garantizar que la multitud no pida el relevo del presidente? \Es curioso que un diputado del riñón del gobernador de Córdoba, José Manuel de la Sota, un pretendiente posible, motorice una reforma de la ley de acefalía para permitir, en caso de crisis, que por única vez la elección del presidente se haga por la ley de lemas, dado que no quedaría tiempo para que el PJ haga sus internas para designar el candidato. Ha sido desautorizado, pero quien sabe.
No es el único cambio previsto: si una renuncia se produce después del 10 de diciembre, quien gane las elecciones completa el período. Para extenderlo a lo que pauta la Constitución, habría que modificar la ley de acefalía.
Tantas pálidas explican en parte el abroquelamiento radical en la Cámara baja para evitar retirarle los poderes especiales delegados a Cavallo. Esas potestades se la entregaron a De la Rúa, por un acuerdo entre radicales y peronistas. De hecho, su anulación golpeaba tanto al ministro como al presidente, al menos políticamente, un elemento más para un debilitamiento extremo. En este tour de force se añaden intenciones para controlar la Cámara alta: el peronismo está fracturado entre quienes entienden que ese cargo es para el radicalismo para evitar suspicacias y los que quieren que se entregue al bloque mayoritario, es decir, el PJ. No está dicho la última palabra.
Raúl Alfonsín vive obsesionado con evitar que se repita con De la Rúa su propia experiencia de 1989. Ve con preocupación como el presidente se aísla, que escucha a consejeros de escasa experiencia y no toma decisiones con premura. Comprende que aunque Cavallo está agotado, el presidente no lo cambiará porque sus propias convicciones son ortodoxas. ¿Hay un plan alternativo que tenga suficiente consenso en los partidos mayoritarios, la CGT y los empresarios nacionales? No, todavía.
Con ese objetivo recreó una Alianza inexistente para discutir con el presidente un cambio en el rumbo económico, pero los dos no lo entienden de igual manera. Para Alfonsín, se trata de encarar de manera más audaz la cuestión de la deuda externa. De la Rúa dice saber que el peso de los intereses es insoportable pero prefiere por ahora el déficit cero para recuperar confianza y que se inicie el ciclo virtuoso de la baja de las tasas, el regreso del capital inversor. Viejo esquema fracasado.
Alfonsín nunca le enviará un ultimátum a un hombre de su partido, ahora fracturado: hay rupturistas, semi rupturistas pero apoyando o criticando en el ámbito parlamentario y los que creen que no se puede dejar solo al presidente. "Si hoy hay un quiebre, De la Rúa se queda con el 30% del partido", cree un hombre más cercano a irse que ha quedarse. "No es el número lo importante; es la calidad: los gobernadores, una parte de los legisladores e intendentes continuarían oficialistas", piensa.
El martes se reúne el Comité Nacional donde estas tres vertientes se harán sentir. De la Rúa cuenta con datos a favor. Uno, que Elisa Carrió no hizo la elección que se aguardaba y no se convierte, aún, en luz suficientemente atractiva como para que sus ex correligionarios abandonen la iglesia partidaria. Y dos, la muñeca de Alfonsín por evitar la disgregación. "No se trata de que se vayan con Lilita. Lo preocupante que cada municipalidad o gobernación se convierten en un fin en sí mismo y el radicalismo se fragmente. Alfonsín tiene esa preocupación y entre el gobierno y la salvación del partido, elegirá el partido", dice otra voz que lo acompaña a todos lados. Puede ser una expresión de deseos. Tan subjetiva como que De la Rúa acepte la lógica del plan de Rodolfo Terragno: invertir las prioridades del déficit cero y dejar lo que queda, después de atender las mínimas necesidades del Estado, las provincias, los gastos sociales y la reactivación económica, para pagar la deuda.
Semejante cambio de rumbo requiere no sólo de un poder político poderoso, sino un mandatario con reflejos y decisión. Y una ciudadanía que acompañe sin temer las consecuencias. Al menos por ahora, porque las ideas de Terragno y no sólo de él, son compartidas por influyentes académicos norteamericanos que entienden que de otro modo, la Argentina no tiene destino.


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