| | Editorial A buen puerto
| En esta columna se hacía mención, ayer, a esas noticias que, en medio de un panorama desalentador, aparecen como las felices excepciones a la regla. Más que auspicioso se torna, entonces, dedicar este espacio por segundo día consecutivo a dicha clase de informaciones. En este caso puntual, el sentimiento de satisfacción aumenta porque la novedad, tan esperada como deseable, tiene que ver con la ciudad. Es que el puerto de Rosario, tras un largo tiempo de esterilidad y parálisis, volverá, muy pronto, a la vida. En infinidad de ocasiones se ha hecho mención a la crucial importancia que tiene, para la urbe, el desarrollo y el progreso de este crucial enclave de actividad económica, que constituyó, por cierto, el principal y acaso único motivo de su origen, su excluyente razón de ser. Finalmente, tras un largo proceso sembrado de vacilaciones y obstáculos pero al cabo coronado por el éxito, el Ente Administrador pudo anunciar en la jornada de la antevíspera que el consorcio catalán que encabeza la Autoridad Portuaria de Tarragona, España, se hará cargo de la concesión por un lapso de treinta años. Y la expectativa, sin dudas, es grande. Y por supuesto que está justificada. Justificada porque resulta de notorio y público conocimiento el estado de crisis que afecta a la economía de la Nación toda y, particularmente, a la provincia de Santa Fe y a la siempre pujante Rosario. Surgía a todas luces como inconcebible, claro está, que en ese contexto el privilegiado puerto natural situado junto al Paraná permaneciera, por mera torpeza humana, inmovilizado. Esa situación ha comenzado a ser corregida y los datos al respecto resultan más que concretos: el flamante operador se ha comprometido a invertir diecisiete millones de pesos durante el primer año de concesión para poner a punto los muelles y, así, dar el primer paso en la búsqueda de recuperar e incrementar las cargas tradicionales, como fruta y fertilizantes. Claro que el proyecto es mucho más ambicioso: el propósito es, a posteriori, aumentar el flujo de productos siderúrgicos, azúcar y aceites. Luego, se intentaría explorar en el manejo de automóviles y "containers". Pero la información más significativa para los rosarinos es que se estima que por cada peso que ingrese a la terminal, otros catorce pesos quedarán en el área metropolitana. Enhorabuena, entonces. Que los proyectos se conviertan en auspiciosa realidad, por el bien de una ciudad que lo merece largamente.
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