| | EL cazador oculto: La confianza en el planeta mediático
| Ricardo Luque
Una temblorosa voz de mujer quiebra la monotonía de la radio. Habla, primero pausadamente, y después, acaso sin quererlo, rompe en un llanto estremecedor. Su historia, que no es diferente a la de muchos argentinos, es puro dolor y soledad. Está en la estación de ómnibus desde la noche anterior. No tiene adónde ir, ni a quién recurrir. Ya pidió ayuda a la policía, a la Municipalidad, a la Iglesia, y no obtuvo respuesta. Un hombre, que la vio llorando y se animó a escucharla, le prestó diez pesos, que gastó en un cuarto de hotel donde pasó la noche. Por la mañana, después de un sueño reparador, vio una luz de esperanza y alzó el teléfono para hacer una última llamada. "Nachito, yo te escucho todos los días, y sé que vos sos el único que me puede sacar las papas del fuego en este momento", solloza la mujer, que se llama Lucinda, tiene 66 años y una confianza ciega en ese hombre de voz aguardentosa que le habla al oído por las mañanas desde la radio. El relato es desgarrador. Lucinda lo perdió todo menos la fe, pero, vaya paradoja, no se aferra a la cruz sino al dial de un receptor de radio. Todas sus esperanzas están depositadas en los medios. Y lo curioso es que no está sola. La acompaña mucha gente que, cansada del fracaso de las instituciones tradicionales, busca otras voces, otros ámbitos, en los que creer. Y ahí es donde aparecen la radio, la televisión, los diarios, que al expresar en voz alta sus reclamos, sus pensamientos, sus anhelos, se erigen en sus nuevos tótems. Una pregunta surge inevitable. ¿Los medios están a la altura de tamaña responsabilidad? Es difícil saberlo, en principio parecen ser sensibles a casos como el de Lucinda o el de Luciana, la joven que pide la interrupción de su embarazo porque el bebé que espera morirá al nacer. Pero, ¿lo hacen porque quieren ayudar o porque saben que el dolor vende? Hay de todo. Algunos quieren sinceramente hacer el bien; otros, porque les viene de perlas para cambiar la cuatro por cuatro. Así es esta viña del Señor.
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