| | El elegido de la semana Por las bateas. "Love and Theft"-Bob Dylan En su nuevo CD, el músico brilla en el presente desde el más remoto pasado
| Carolina Taffoni
"El futuro para mí ya es cosa del pasado", canta Dylan en "Bye and Bye", una de las canciones de su nuevo álbum, "Love and Theft" (Amor y robo). Y no es una simple frase que está soplando en el viento. Es irónico que la primera fecha de edición de "Love and Theft" haya sido el pasado 11 de septiembre, ese día en el cual el presente se volvió urgente y el futuro incierto y sombrío. Justo cuando Dylan debería estar cantando "A Hard Rain's A-Gonna Fall" (Una dura lluvia va a caer), sus nuevas canciones se refugian en el pasado más remoto que haya conocido. Acá no está esa noción noventista de "Time Out of Mind", su trabajo anterior, ni ninguna necesidad por reactualizarse. Acá Dylan es como un fantasma que recorre todas las versiones de la canción americana, como alguien que no ha dejado huella por donde ha pasado muchas veces. El compacto suena a viejo, pero no es viejo de ninguna manera. Suena áspero y rústico, pero está lleno de nostalgia y ternura. A veces trae las sombras de discos como "John Wesley Harding" o "Blood on the Tracks". Con una mezcla de folk, country, rockabilly, vaudeville y todas las máscaras que puede adoptar el blues, "Love and Theft" habla de amores no correspondidos, de amores baratos y en venta, de tramposos que parecen simpáticos, de corazones rotos en los pantanos del sur y de promesas incumplidas en las amplias llanuras, todo contado con una sonrisa quebrada justo en el final, como una mueca macabra. Es difícil elegir un tema, porque cada canción tiene para contar su propia historia. El álbum abre con "Tweedle Dee & Tweedle Dum", un rhythm & blues áspero y ligero, una canción de bandoleros en ruta. Ahí se nota que la banda que acompaña a Dylan, un seleccionado de veteranos sesionistas, es uno de los hallazgos del disco. El grupo suena preciso, relajado y austero al mismo tiempo. La melancólica "Mississippi" es uno de los picos del compacto, un tema que recuerda a las baladas épicas del glorioso "Highway 61 Revisited". En categoría podría seguirle la pegadiza "Honest With Me", con una guitarra slide que marca un ritmo de rock sencillamente irresistible. Esa intención se repite en "Summer Days", un rockabilly de los de antes, con Cadillacs y todo. "¿Qué querés decir con que no podés repetir el pasado? Claro que podés", insiste Dylan. Las distintas caras del blues merecen un capítulo aparte. Ahí están el tradicional "Cry A While", el encantador "Lonesome Day Blues", que recupera el espíritu de "Highway 61...", y la oscura y profunda "High Water", un homenaje al viejo blusero Charley Patton. Después quedan pequeñas perlas brillando como gotas de agua en el barro. "Floater (Too Much Too Ask)" es una canción trasnochada de bebedores, un relato para viejos amigos naturalmente perdedores. Dylan se hunde cada vez más en el pasado con la entrañable "Moonlight", una balada que podría haber sonado en la radio en los años 40, y también con "Bye and Bye", una romántica cancioncita de ronroneo de cabaret de esa misma época. Para cerrar el disco Dylan eligió "Sugar Baby", una balada magistral con una guitarra que duele y una letra sobre un amor no correspondido. "Nena, ya estuviste tantos años sin mí que podés seguir sola", canta el viejo por siempre joven con su voz arenosa. Y el que no se emociona es simplemente porque no lo ha entendido. Cal: 4 estrellas
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