Osvaldo Aguirre
El secuestro extorsivo es una de las modalidades delictivas que recorren la historia criminal argentina. La década del 70 supuso un período de inusual incremento de ese tipo de sucesos, primero por parte de bandas de delincuentes y de organizaciones políticas armadas y más tarde por grupos de tareas que participaban de la represión ilegal durante la última dictadura y financiaban sus actividades con esos golpes. Entre otros casos, uno de los de mayor repercusión fue entonces el del empresario Roque Vassalli, ocurrido en Firmat. El sur de la provincia de Santa Fe era por la época una de las áreas donde se registraban mayor cantidad de episodios. En 1973 el conocido Juan José Pichón Laginestra dirigió dos secuestros en la zona: el de Emilio Schoeller, en Rosario, y el de Néstor Parnasso, en Venado Tuerto. En ambos casos se verificó una especie de asociación entre delincuentes cordobeses y porteños. El secuestro de Vassalli fue planeado por otra sociedad. Ocurrió en la noche del 21 de mayo de 1973, cuando tres hombres se presentaron en la casa del empresario y se lo llevaron después de amenazarlo con un arma, convenientemente vendado, y advertir a sus familiares que debían mantener silencio. Según se supo después, Vassalli fue conducido a una casa ubicada en una villa miseria en Rosario. Allí permaneció encerrado en una pequeña habitación, provista apenas de una cama y una silla de paja, y bajo vigilancia de tres hombres armados y con los rostros cubiertos con una capucha. Vassalli recordó el episodio en su libro "Casi memorias". Los secuestradores, dijo, le hicieron vaciar los bolsillos y le quitaron los efectos personales, entre ellos un reloj, una lapicera y un pañuelo "que aparecerán luego debajo de una estatua de un santo en la parroquia de Firmat, como prueba a mi familia (de) que me tenían secuestrado". El contacto con la familia siguió por teléfono y mediante cartas depositadas en bares de Firmat. Luis Carati, gerente de la empresa de Vassalli, gestionó un crédito extraordinario ante el Banco de la Nación para pagar el rescate. Según las instrucciones, el dinero "debía entregarse en un lugar de la provincia de Córdoba, en la localidad de Arias", lo que se realizó sin inconvenientes, el 23 de mayo, y sin que el empresario revelara el monto de dinero pagado. "Y aquí viene la parte que fue más angustiosa (sic) y triste para mí -dijo Vassalli-. Me suben a un auto, me hacen recostar sobre las piernas de uno de ellos (...). Les pido que ya que me liberan me dejen cerca de Firmat, (pero) nadie me contesta, nadie habla. Pensé que era mi fin cuando detienen el auto en un camino de tierra". Vassalli fue obligado a bajar del auto. "Me dicen que cuente diez pasos y que luego me saque la venda", contó. Antes le habían dado algo de dinero para un taxi. Había sido liberado cerca de San Lorenzo. En la mañana del día siguiente, el 24 de mayo, Vassalli tomó posesión de su cargo de intendente, para el que había sido reelecto y que ocuparía hasta 1983. En agosto de 1973 la policía santafesina detuvo a los secuestradores. Era una banda integrada por delincuentes rosarinos y bonaerenses. Entre estos se encontraba un hombre alto, simpático, risueño. Se llamaba Roberto Andrés Agustín Acerbi, había nacido en Buenos Aires en 1944 y volvería a protagonizar otro célebre secuestro. El hijo del gremialista El 6 de junio de 1990, Guillermo Ibáñez, hijo del gremialista Diego Ibáñez fue convocado por una mujer a una cita en un bar de Luro y San Juan, en la ciudad de Mar del Plata. En el camino se le cruzaron dos hombres que lo obligaron a subir a un Torino. El paradero de Ibáñez constituyó un misterio hasta el 26 de julio, cuando a partir de los datos de un informante se halló su cadáver enterrado en un descampado y cayeron presos dos de los secuestradores, Néstor Alberto Ausqui -dueño de la casa donde había permanecido cautiva la víctima- y Juan Carlos Molina. A través de pericias se comprobó que Guillermo Ibáñez había sido asesinado dos días después del secuestro, al ser enterrado con vida en una fosa. El 27 de julio de 1990 fueron detenidos Carmen Elvira Pascual de Ausquin y el hombre que aparecía señalado como jefe del grupo de secuestradores y que no era otro que Roberto Andrés Agustín Acerbi. Acerbi se había encargado de negociar el rescate con Diego Ibáñez, a quien pidió dos millones de dólares en el curso de tres llamados telefónicos. El pago, sin embargo, no se concretó. El papel de Carmen Pascual consistió en ofrecer un anzuelo para atrapar a Guillermo Ibáñez. La mujer de Ausquin consiguió una cita luego de ofrecerse a mostrar pruebas de la infidelidad de la esposa de la víctima. El caso se dirimió en un juicio oral al cabo del cual la Sala III de la Cámara de Apelaciones en lo Penal de Mar del Plata condenó a Acerbi, Molina y Ausqui a la pena de reclusión perpetua con la accesoria de reclusión por tiempo indeterminado, mientras Carmen Pascual de Ausquin fue sentenciada a nueve años de prisión.
| Roberto Acerbi, el líder del grupo de secuestradores. | | Ampliar Foto | | El empresario Roque Vasalli, en una foto de los años '60. | | Ampliar Foto | | |
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