| | Editorial Una respuesta que se demora
| La historia de Luciana Monzón, cuyo rostro ocupó ayer la primera plana de La Capital, obliga -como mínimo- a detenerse, reflexionar y sentar posición sobre su caso, que realmente conmueve. Es que esta joven de veinticinco años lleva en su vientre hace veintidós semanas un feto anencefálico que, de acuerdo con el diagnóstico emitido por los médicos de la Maternidad Martin, morirá apenas se produzca el alumbramiento. Desesperada, Luciana recurrió a la Justicia. Pero hasta ahora no ha obtenido respuestas y cada día que la difícil situación se prolonga ella siente crecer, en su interior, la angustia. La patología que padece la criatura que la muchacha lleva en su seno es irreversible: como el cerebro y la membrana que lo recubre no se desarrollan, el fallecimiento se produce con una contigüidad casi inmediata al momento del parto. Y la mirada de Luciana -que dialogó largamente con una periodista de este diario- lo dice todo con una claridad que supera la que pueden conseguir las palabras. El dolor está pintado en ella, mezclado con el interrogante que sus labios no modulan: por qué se prolonga un estado de las cosas que para ella y sus familiares (incluido un hijo de tres años) representa un auténtico calvario. Los dos jueces que hasta ahora se han expedido sobre el asunto -uno del fuero civil y otro del penal- han optado por excusarse, con distintos argumentos, dada la delicadeza intrínseca de la cuestión. Ahora deberá intervenir la Corte Suprema de la provincia. Pero, mientras entre idas y vueltas la Justicia se toma su tiempo, el embarazo se alarga y, con él, el sufrimiento. Sin dudas que la naturaleza del caso lo torna en altamente sensible. Su cualidad fronteriza con la candente problemática del aborto que no se realiza por razones terapéuticas lo convierte en un carbón encendido que podría quemar las manos de aquel que se decida a tomarlo. Pero ante el categórico veredicto emitido por la ciencia médica cabe preguntarse si tanta morosidad no resulta innecesaria. Una mujer joven está padeciendo en carne propia las consecuencias de un vacío legal que a esta altura se debe calificar de inconcebible. Si existiera una adecuada herramienta jurídica, se evitarían dramas como el que le toca padecer a Luciana. Pero mientras esa norma no exista, ojalá que el sentido común predomine. Y que por una vez, lo haga rápido.
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