Por lo que parece estamos en guerra y lo peor es que la mayor parte del tiempo no lo parece, ya que la vida cotidiana sigue igual, es decir peor, pero por las razones locales, que como sabemos son en realidad razones internacionales.
Antes las guerras eran en otra parte. Llegaron los inmigrantes contándole a los argentinos los horrores de la guerra de la que huían, pero también en la que habían estado. Pero en aquellos relatos todavía había cierto prestigio, dignidad y respeto: "Mi abuelo estuvo en la guerra", decía alguien con orgullo y pasaba a contar alguna de las anécdotas que le habían contado.
Mi padre me contaba las alternativas de la Segunda Guerra Mundial que él había seguido por los diarios y por la radio como un testigo atento de cómo parecía que una Alemania delirada se quedaba con el mundo, pero el mundo le puso freno al horror. Al menos eso creímos. Yo escuchaba de mis mayores una sentencia inapelable: "Este país no está bien porque nunca hubo una guerra". A esto generalmente se le agregaba que aquí nunca habíamos pasado hambre y uno se sentía menos y hasta un poco mal por no haber pasado una guerra con hambre, como consecuencia de lo cual, los argentinos vivíamos en un paraíso ingenuo. Que es, por otra parte, como deben ser, ya que no es concebible un paraíso lleno de pícaros o de cosas peores.
En realidad había habido guerras, de las que los inmigrantes no podía tener memoria, y de las que nosotros tuvimos que enterarnos, para no creer simplemente de que fuimos "descubiertos", es decir que no sabíamos que existíamos. Después también hubo guerras. Una llamada "sucia", cuestión esta muy importante ya que todas las guerras lo son, y por lo tanto qué tendría esta de especial para redoblar y redundar el calificativo: y lo tenía. Fue el terrorismo de Estado que sembró el horror y arrasó con el paraíso ingenuo, con ese horror que los nazis impusieron a pesar de haber perdido la guerra, y que unos pseudo guerreros argentinos continuaron, haciéndose cargo de la tarea en grupos...
Antes había ejércitos, campo de batalla, frente y retaguardia. Ahora el mundo es el campo de batalla donde circulan dos terrores básicos:
a) El clásico terror a las bombas, más la novedad de las bombas humanas.
b) El neoterror que se dispara a partir de la guerra bacteriológica, donde se desparraman polvos de enfermedad.
El orden al servicio del progreso, el progreso al servicio del orden, fue y es la bandera emblemática que el positivismo occidental clavó por todos los continentes, para encontrarse que en el sumo de su poder, la bandera ya no flamea pues ha quedado tiesa, atravesada por el estupor del trauma del 11S, y de las bacterias con sus esporas capaces de invadirlo todo, burlando las defensas más sofisticadas, que devinieron inútiles, pues no hay radares ni sensores capaces de detectarlas antes de que comiencen la tarea.
Decepción
En 1915 Sigmund Freud escribe un artículo sobre la humanidad y al que le pone por título: "Consideraciones de actualidad sobre la guerra y la muerte". Hace un año que empezó la Gran Guerra, es decir la Primera Guerra Mundial, y faltan poco más de veinte para que se desate la Segunda, más devastadora que la primera. Freud forma parte de la decepción general pero bastante menos sorprendido que sus contemporáneos: como se sabe, para decepcionarse primero hay que ilusionarse y él no se hacía grandes ilusiones con los humanos. Y sin embargo, esperaba más. ¿De quién..?: De las grandes naciones de raza blanca, señoras del mundo, a las que ha correspondido la dirección de la humanidad, a las que se sabía al cuidado de los intereses mundiales y a las cuales se deben los grandes progresos técnicos. De estos pueblos, precisamente, se esperaba que pudieran resolver de otro modo sus diferencias y conflictos de intereses.
El economicismo contemporáneo ha impregnado al mundo de explicaciones que no explican nada a partir de explicarlo todo por los "intereses" en juego, casi siempre ocultos. Verbigracia: la guerra actual, al igual que la anterior, es por el petróleo. Lo que no tiene nada de oculto. Lo único que tiene de oculto la cuestión del petróleo es que está bajo tierra, todo lo demás está a la vista.
Más de ochenta años después de este artículo de Freud, la humanidad sigue sin poder resolver sus "conflictos de intereses" de otra forma que no sea la violencia. Más aún: aumenta el error en la misma proporción que aumenta el horror. A lo largo del texto freudiano sobresale una tesis: la humanidad vive por encima de sus recursos éticos y morales. Y nada como esta guerra para mostrar cómo el enorme progreso técnico puede ir acompañado de una involución humana.