Año CXXXIV
 Nº 49.276
Rosario,
lunes  22 de
octubre de 2001
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Un show con deudas y bajo vuelo
"Cleopatra" pasó durante el fin de semana por el Auditorio Fundación Astengo
El musical mostró un libro complejo y se olvidó de las reglas básicas del género

Marcelo Menichetti

"Cleopatra", la nueva comedia musical de la dupla Pepe Cibrián-Angel Mahler, se presentó durante el pasado fin de semana en el Auditorio Fundación Héctor I. Astengo. Con una regular asistencia de público que en ninguna de las tres funciones superó las tres cuartas partes de la sala, la compañía porteña mostró la nueva creación que dejó mucho más dudas que certezas. Sobre una historia compleja, con extensos parlamentos, la obra dejó de lado los rasgos característicos del género y se asemejó más al teatro con canciones que a la comedia musical.
La historia de "Cleopatra" cuenta el episodio que vive una compañía teatral viajando de pueblo en pueblo para representar una obra sobre la reina del Nilo. Un accidente sufrido en el camino deja al elenco sin la protagonista de la obra, sin el vestuario y sin la escenografía, por lo que su director resuelve que el espectáculo debe continuar y prepara un montaje de emergencia.
Basado en esa premisa Pepe Cibrián escribió una historia despareja que reúne recursos del teatro de revistas (un lenguaje gratuitamente alusivo y con chistes de bajo vuelo) con los del musical, en un pastiche que impidió al relato encontrar un rumbo cierto a lo largo de dos horas de función ininterrumpida.
La obra cuenta dos historias. Una es la de la compañía que representa a "Cleopatra" de pueblo en pueblo; y la otra, una intriga palaciega que transcurre en el antiguo Egipto. Para subsanar la ausencia de la protagonista el director de la troupe transhumante recurre a su vestuarista, un hombre tímido y misterioso quien conoce los parlamentos de memoria por su cercanía con la actriz principal y ocupa su lugar en la representación teatral.
El resto del elenco debe apelar al vestuario que la compañía salvó del accidente. Por ese motivo, los personajes aparecen ataviados con vestimentas de distintas épocas, elemento que más que aportar creatividad atenta contra la comprensión de la historia.
El afán por el travestismo y la alusión constante a la sexualidad equívoca de muchos de los personajes ("maricas" en la compañía teatral y eunucos en la representación de la obra) marca un atraso de veinte años, cuando era lógica el ansia de manifestar una realidad escondida tras una década de oscurantismo procesista en la que muchos argentinos debieron mantener oculta su sexualidad por la violenta represión sufrida. Insistir hoy con el travestismo injustificado es redundar sobre un tema que la sociedad ya reconoce y desviar la atención de la historia principal.
Quizá esa apelación constante a palabras que una señora de la platea calificó como términos "subidos de tono" y el diseño de personajes fronterizos hayan sido considerados por el director condimentos atractivos para realizar un musical. Pero, además de no constituir ningún aporte, sólo sirven para desatar alguna carcajada adolescente, nada más. La historia intrincada, y por momentos incomprensible, dejó demasiados espacios vacíos.
El público, aplastado en sus butacas, siguió la obra con escaso entusiasmo ante los extensos parlamentos dedicados a explicar la trama. Y cuando abundan las explicaciones es porque las cosas no están suficientemente claras.



La propuesta no cubrió las expectativas del público.
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