Año CXXXIV
 Nº 49.276
Rosario,
lunes  22 de
octubre de 2001
Min 10º
Máx 22º
 
La Ciudad
La Región
Política
Economía
Opinión
El País
Sociedad
El Mundo
Policiales
Escenario
Ovación
Suplementos
Servicios
Archivo
La Empresa
Portada


Desarrollado por Soluciones Punto Com





Editorial
Una gran familia

Un ministro acaba de alejarse del gobierno porque consideró inaceptables los recortes impuestos a su cartera de Desarrollo Social. Desesperanzado, hasta vaticinó que se incrementarán los problemas sociales en el país.

Coincidentemente, la Iglesia también volvió a levantar su voz. Lo hizo en esta ocasión por intermedio del obispo de Viedma, que reclamó un cambio de sistema económico porque el pueblo transita un camino difícil, áspero y de una gran hambruna. El llamado de atención instó a cambiar los modelos neoliberales y la idolatría del mercado por otro solidario con el hombre.
Recientemente, el voto bronca puso en evidencia como nunca antes el rechazo de los electores a la clase política por su inacción en favor de la gente. Igualmente, parecería que allí, donde se toman las decisiones, no se acierta a revertir procesos que han demostrado están aniquilando a la sociedad. El doble discurso de la dirigencia política, que parece haber olvidado que el fin primero de sus funciones es promover el bien común, genera cada vez más distanciamiento y menos deseos de participación.
La marginación y exclusión a las que se ve sometida buena parte de la población fue motivo de innumerables denuncias y llamados de atención.
En más de una oportunidad se instó a la globalización de la solidaridad como respuesta al materialismo y la codicia originados por el proceso de mundialización de la economía que, a todas luces, no está alentada por principios cristianos.
Curiosamente, el proceso de globalización, más allá de los males que ha acarreado, ha tenido también la virtud de transformar el mundo en una estrecha aldea global donde una persona es interdependiente de otra. Y la única solución a los graves problemas que se enfrentan, será reconocer que somos una sola gran familia humana, necesitados los unos de los otros.


Diario La Capital todos los derechos reservados