En el barrio donde viven le dicen los Melli. Uno se llama Rubén Darío y el otro Carlos Dante. Tienen 24 años y a Rubén Darío se lo conoce también por otro sobrenombre, acaso algo más risueño: Culón. En el expediente judicial del Melli Culón no hay referencias sobre su personalidad ni se describe cómo son sus relaciones familiares (la Justicia en la Argentina juzga hechos, no personas), pero al menos se sabe algo: el hombre no tiene ningún problema en mandar al frente a su propio hermano con tal de confundir a los investigadores y mejorar su situación en un proceso.
Es lo que hizo Rubén Darío cuando lo arrestaron y lo acusaron de un par de robos de bicicletas. "Me llamo Carlos Dante Quiroga", dijo y al principio nadie se dio cuenta de la maniobra.
Con esa identidad fue procesado y así figuraba en la carátula del expediente cuando la causa fue a juicio. Sólo un hecho fortuito, absolutamente ajeno a la investigación de los hechos que le atribuían, permitió descubrir la trampa. Fue cuando arrestaron a su hermano mientras vendía fuentones de plástico en la calle pensando que era él.
"Ustedes quieren a Rubén, yo soy Carlos", le dijo a la policía el mellizo que no tenía nada que ver con la causa. Al principio nadie le creyó. Para probarlo, agregó un dato: "¿No buscan al Quiroga que se escapó?", preguntó a los azorados uniformados. "Ese es mi hermano". Recién entonces pudo convencerlos.
Era así, nomás. El Melli Rubén Darío había huido de una colonia de recuperación de adictos en Alvear, donde -claro- ingresó como Carlos Dante. Un día se escapó y el juez hizo lo lógico: ordenó su captura. La de Carlos Dante Quiroga, se entiende. Por eso detuvieron a éste a pesar de que no tenía nada que ver con los robos.
Hay más. Una víctima reconoció a Culón por una palabra. "El siempre dice guacho", contó en su declaración y al principio sus interlocutores no entendieron bien de qué se trataba. Después el hombre contó que al interceptarlo en la calle Rubén Darío le dijo, amenazándolo con un cuchillo: "Dame la bici, guacho".
Por eso sospechó de quién podía tratarse y dio la pista. Luego lo reconoció en rueda de personas: aunque con el nombre del hermano, que ya estaba detenido porque el mismo testigo dijo a la policía dónde vivía. Culón se había equivocado de víctima: eligió para robarle a alguien que lo conocía.
En total, a Rubén Darío Quiroga lo acusaron de cuatro robos o intento de robos. Siempre eran bicicletas. Todos ocurrieron en la misma zona (Avellaneda y 27 de Febrero o unas pocas cuadras a la redonda), pero no siempre actuó sólo: en ocasiones también lo acompañó un compinche, Dionisio Aguirre. Sin embargo, y a pesar de ser dos, no siempre lograron el objetivo de apropiarse de los rodados.
Una ficha elocuente
Cuando la policía arrestó por error a Carlos Dante, el juez de la causa, Luis Giraudo, pidió la ficha dactiloscópica de los mellizos. Quería saber de una buena vez quién era quién y a cuál de los dos estaba juzgando. Así comprobó definitivamente que Carlos no mentía: su hermano había engañado a todos.
Ahora Giraudo le dio 9 años. A Dionisio Aguirre, en tanto, lo sancionó con una pena en suspenso (2 años y 6 meses) pero le impuso algunas normas de conducta, entre ellas la de trabajar honestamente, abstenerse de tomar alcohol y psicofármacos y evitar salidas nocturnas salvo en vísperas de feriado (sic).
El Mellizo Culón apeló. Ahora habrá que ver con qué nombre llega el expediente a la Cámara.