Fernando de la Rúa está convencido de que el 14 de octubre los ciudadanos castigaron a la clase política y que manifestaron su enojo por la difícil situación económica y social, pero que no han puesto en jaque la actual orientación, que cree que no tiene rival para revertir la larga recesión y que a él, que no fue candidato a nada, las urnas le cuentan cosas pero no cuestionan su legitimidad.
Si el argentino fuera un sistema parlamentario, lo ocurrido demandaría una disolución del gobierno y una convocatoria a elecciones. Como es presidencialista, no exige una dimisión, pero no modifica el aspecto básico de lo expresado por las urnas. No es un matiz: se trata de no leer erróneamente. Era lo que muchos temían: que De la Rúa hiciera una mala lectura de lo ocurrido. No buscó a su gabinete para un franco debate y menos a su partido. O a lo que resta de la Alianza. Tampoco escuchó a políticos de su entorno como Rafael Pascual, Enrique Coti Nosiglia, Nicolás Gallo o Carlos Becerra. Dicen que sólo compartió ideas con su hijo Antonio, al regreso de España, retorno apresurado que no se compadeció con la ausencia de anuncios al bajar del avión. Para acelerar la vuelta suspendió una cena que le ofrecía el jefe del gobierno español, José María Aznar, que recibe informes poco alentadoras para el futuro argentino. Además, lee el Herald Tribune, que se edita en París. Allí se anunció el default. No se entiende esa cancelación: España es clave para enfocar el problema clave: la posibilidad de reprogramar la deuda externa. Y es muy fuerte la presencia de sus capitales en la banca y los servicios.
Es cierto que el voto en blanco y los impugnados que alcanzaron un nivel inédito le han querido decir mucho a las fuerzas políticas. Aún pocos han descifrado ese sufragio. No es sencillo. En algunas provincias, como Santa Fe, donde el gobernador Carlos Reutemann tenía una imagen envidiable, esa manera de protesta alcanzó el porcentaje más alto del país. El gobernador quedó, la noche del recuento, anonadado. Otro, Eduardo Duhalde, que también tuvo una reducción gruesa de respaldos, pudo disimularla por la luz que le sacó a Raúl Alfonsín. Las argucias sirven de poco y no les permiten a los afectados comprender que la política está perdiendo la batalla cultural por la democracia. Dicho de otra manera: son ellos lo que aparecen como responsables de la decadencia argentina, de la desgracia de millones, de la desesperanza.
Una batalla cultural
¿No son acaso los grandes intereses económicos lo que han impuesto rumbos que han llevado a la encrucijada actual? O en forma más grosera: ¿son los ñoquis lo que han colocado al país al borde de la cesación de pagos? Va de suyo que la defección política permitió al mercado imponer sus criterios, pero el discurso contra los políticos desbroza el camino de los autoritarios. En nombre del déficit cero, en algún momento reclamará el cierre del Parlamento para ahorrar. No es teoría; los radicales tienen un memorando preparado para detener la designación de Horacio Liendo para un cargo clave en el equipo económico. Dice que busca disolver el Consejo de la Magistratura y la Auditoría General para que el déficit cero cierre. Liendo además es vulnerable por su paso por la banca privada, observada severamente por el Banco Central en su momento.
La Alianza, o sus integrantes en forma separada, tampoco han reflexionado sobre lo ocurrido. Perder más de cinco millones de votos en dos años es un récord sin antecedentes en la historia local. Son básicamente los que han ido a engrosar el voto bronca. Pero el peronismo también achicó su volumen y solamente como sufragaron positivamente seis de cada diez argentinos, pudo disfrazar su achicamiento. La representación real sobre el total de la población en condiciones de votar, según Ricardo Rouiver & Asociados, fue para el PJ, del 23% y para la Alianza, 13,4%. Duhalde, en ese enfoque, consiguió el 25,7% del padrón y Rodolfo Terragno, apenas el 11,1%. El PJ santafesino representa ahora el 15,9% de representación real y el de Córdoba. El 16,1%.
La Alianza hizo una pésima elección, a pesar de sus triunfos en cinco distritos. El ARI no ganó más legisladores de los que tenía, pero básicamente no apareció como canal del gran descontento, acaso porque se creyó aquello del "huracán Carrió" y no entendió que sería víctima también de la frustración que generó la Alianza: de allí proviene su núcleo fundamental. Con todo, su performance en varias provincias es mejor que cuando el Frente Grande surgió en 1994 a la arena política. Ahora tiene que mostrar que tiene propuestas, no sólo poner el dedo en la llega de la corrupción, y capacidad de convertir en acumulación y organización política los sufragios ganados. Lo mismo cabe para el Polo Social, con menos suceso que el esperado por el padre Luis Farinello. En cambio, las variantes de izquierda marxista canalizaron gran parte del voto del Frepaso, particularmente Luis Zamora (con sólo dos semanas de módica campaña) y la Izquierda Unida. Como no se juntan, la representación marxista parlamentaria es pequeña.
El peronismo que viene
El peronismo, aunque retrocedió, es primera fuerza pero con discursos heterogéneos. Duhalde recibió el respaldo de la Ucedé y en Córdoba, De la Sota agregó los votos de Acción para la República de Cavallo, el gran derrotado. Pese a que el PJ ha quedado como árbitro de la situación desea mantener al gobierno para que al 2003 puedan llegar al gobierno con un discurso unificado. No es improbable que en esa búsqueda Duhalde logre que se llame a elegir autoridades partidarias en diciembre si consigue convencer que no busca un recuento globular para ver cómo se posiciona, para aprovechar su suceso, vengar la humillación de 1999.
De todas maneras, el senador Jorge Yoma, futuro jefe del bloque y que está adscrito al proyecto Ruckauf, estudia la conveniencia de que el peronismo vaya a internas presidenciables en marzo-abril, pensando en la crisis de la gobernabilidad. Lo primero para el peronismo y el gobierno es resolver la contradicción Nación-provincias, en torno a la coparticipación federal, dentro del enfoque del déficit cero. Las presiones parlamentarias y políticas contra Cavallo, que pilotea el PJ, más que lograr su relevo contra la voluntad del presidente, se enderezan a conseguir un acuerdo que evite el estallido de las provincias, aunque cierre la caja nacional. El justicialismo se prepara para cualquier escenario pero de momento su dureza es para aliviar la situación allí donde gobiernan.
Desde el gobierno no habrá anuncios económicos ni de reorganización del gabinete sin que se alcance ese entendimiento. Para el fin de semana eran pocas las diferencias y es probable que el lunes los gobernadores terminen por bordar con Cavallo un acuerdo. Si esto es así, De la Rúa anunciará los cambios ministeriales junto a anuncios económicos, que no entrarán aún en lo medular: como rebajar el peso de los interese de la deuda con la banca y organismos internacionales y un programa de reactivación económica.
La deuda externa argentina es 130.000 millones de dólares, distribuidos así: 32.000 millones en organismos internacionales (FMI, BM BID); 40.000 millones en tenedores de organismos locales (bancos, compañías de seguro, AFJP); 52.000 millones en inversores del exterior, y 6.000 millones en tenedores locales de corto plazo en moneda local. Se quiere aliviar el pago de intereses de 9.000 millones de dólares anuales por año. Ahora se destinan 11 mil millones. Una vez asegurado el canje con las AFJP, que es el trámite actual, los organismos internacionales estarían de acuerdo en alargar los plazos o renovar. Más difícil es que los tenedores del exterior acepten un nuevo bono con garantía de Bonos del Tesoro Americano (que aún no dio el okey) pero su viabilidad reside en que se cumpla el déficit cero, que puede provocar crisis social. Hay ministros desgastados, otros que -como Cavallo- seguirán. Pero De la Rúa aún no tiene claro cómo recomponer poder político y cuál debe ser, para ello, el elenco ministerial. Incluso algunos de sus habitúes murmuran sobre esa falencia, a la que se unen, además, rencillas incluso entre los más cercanos al presidente. Chrystian Colombo le presentó varios esquemas ministeriales, no nombres. Uno de ellos desdoblaba la cartera de Economía. Cuando Cavallo se enteró, amenazó con dar un portazo. ¿Quiénes llegan? Sólo hay especulaciones. El círculo donde abreva le aconseja rodearse de fieles delarruistas, mantener a Cavallo y acordar con el peronismo. Pero el delarruismo ya no existe, salvo que se entienda como tal a un puñado de personas. El entendimiento con el peronismo en todos los casos es clave para asegurar la gobernabilidad.
Adiós a la Alianza
Si el gabinete que llega desconoce totalmente a Alfonsín, no es improbable que la UCR dé un paso al costado. Pese a que él abandonará estatutariamente la conducción del partido, su relevo más probable es el chaqueño Angel Rozas, su presencia se extenderá por un largo tiempo. Sus gestos contra Cavallo o su acercamiento a la CGT (que llenó de rumores, el viernes, a Wall Street), tienen el objetivo de tenderle un puente de plata al indeciso De la Rúa. Igual que Duhalde, va en busca de entendimiento económico-social para incidir en el cambio de política económica pos-Cavallo: no creen que podrá poner en marcha el aparato productivo. Hay algo más en la mirada alfonsinista: recrear la Alianza con los restos del Frepaso, lo que es complicado. Como lo más probable sea el desplazamiento como ministro de Juan Pablo Cafiero, el frentismo dejará el gobierno. Están divididos en el módico bloque de diputados. Solo dos de 17 no quieren abrirse de la Alianza, desearían lo de Alfonsín aun sin presencia en el aparato de Estado. La mayoría espera el retorno de Chacho Alvarez a la práctica política y, en tanto, va en busca de la identidad perdida. No es sencillo. Aníbal Ibarra necesita el respaldo radical porteño y diferenciarse de De la Rúa para gobernar y tener perfil propio.
Un congreso antes de fin de año deberá homogeneizar el discurso del Frente Grande y cuál será la táctica general, y en cada distrito donde creen tener chances de gobernar, pero básicamente su relación futura con el socialismo popular y el ARI con vistas a conformar una alternativa de centroizquierda para el 2003 aunque no le pueda ganar al PJ. El objetivo es ambicioso: incidir en los votantes enojados, cuya actitud de protesta, Chacho y otros rescatan. La colaboración con De la Rúa, termina. Con la UCR, se verá.