| | Editorial Los nuevos tiempos
| En 1963 el cantautor norteamericano Robert Zimmermann, mucho más conocido como Bob Dylan, compuso una canción para describir la época que entonces se vivía. Las palabras que el creador de "Blowin' in the wind" escribió en ese tema, en aquel lejano año, tenían un inocultable tono profético. Se llamaba "The times they are a-changin" ("Los tiempos están cambiando") y decía cosas como esta: "Vengan y reúnanse/ Por dondequiera que estén/ Y admitan que las aguas/ Han crecido a su alrededor/ Y acepten que pronto/ se mojarán hasta los huesos/ Si creen que su tiempo/ Merece ser salvado/ Entonces, empiecen a nadar/ O se hundirán como una piedra/ Porque los tiempos están cambiando". Difícilmente esas palabras encuentren mejor destinatario que los hombres y mujeres a quienes les toca protagonizar el actual momento histórico, tanto en la Argentina (fundamentalmente) como en el mundo. Porque en uno y otro caso, a nivel nacional y a escala planetaria, las reglas de juego se han modificado. Y una realidad no puede ser entendida, al parecer, sin sopesar y comprender la otra. La tajante división que geográficamente podría ser establecida mediante los parámetros norte-sur entre naciones desarrolladas y aquellas a las que gracias a un brillante eufemismo se da en denominar "en vías de desarrollo" resulta, más allá de toda duda, cada vez más evidente e indignante. Nuestro país integra, como es obvio, el último de los bloques. Y si bien los perjuicios que tal situación conlleva son numerosos, no es a partir de las quejas que el problema va a ser resuelto. El capitalismo triunfante se ha tropezado, de pronto, con serios obstáculos para su expansión futura. La guerra actualmente en desarrollo, si bien se origina en causas mucho más complejas, no deja de echar raíces en las profundas desigualdades económicas que reinan en el mundo. Es en este marco que la Argentina debe buscar su oportunidad. Con resolución, con ideas. Buscando, en primer término, fortalecer su vulnerada autoconfianza. Depurando, a través de la vigente y exitosa democracia, sus anquilosadas dirigencias, que parecen haber olvidado -en general- el verdadero y trascendente sentido de la función pública, que es servir. E intentar transformarse en competitiva, sin apelar a recetas mágicas ni al constante auxilio externo. Y además, rápido. Porque, tal como lo escribió el ya mencionado Dylan: "Si creen que su tiempo/ Merece ser salvado/ Entonces, empiecen a nadar/ O se hundirán como una piedra/ Porque los tiempos están cambiando". Acaso, duro. Pero simultáneamente, preciso. Y un buen diagnóstico suele ser el mejor primer paso para comenzar a sanar a un enfermo.
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