A no pocas personas les sorprenderá saber que Catamarca se caracteriza por una geografía de acentuados contrastes paisajísticos. Para descubrirla el turista deberá contemplar con detenimiento esta tierra, porque en ella el paisaje es belleza y cada lugar guarda íntima relación con su pasado histórico. Esto se aprecia en reliquias que van desde antiguos emplazamientos indígenas precolombinos, hasta hechos vinculados con el período de la organización nacional.
Estas instalaciones constituyen reservorios de gran valor arqueológico, pues allí hubo culturas como La Aguada, Cóndor Huasi, Belén, Ciénaga, Santamaría, Diaguita, cuyos restos testimonian caracterizadas concepciones estéticas y habitacionales. A todo ello se une la natural cordialidad y hospitalidad de su pueblo, con arraigadas tradiciones que devienen del fondo de los siglos.
Considerando la variedad de climas (microclimas), los diferentes regímenes de lluvias y, en definitiva, los aspectos geográficos que van desde las altas montañas hasta mesetas y selvas, la flora es de una riqueza exquisita. Desde plantas de altura, en zonas puneñas, que semejan formaciones coralinas por sus incrustaciones de sales, hasta altísimos alisos y helechos gigantes de las quebradas umbrosas, salpican el paisaje.
Por el oeste y el norte pueden apreciarse montañas y quebradas donde abundan grandes salares como el de Antofalla y el del Hombre Muerto, que luego se ensanchan en amplios valles o surgen al borde de los picos de la cordillera de los Andes.
Hacia el sudeste se levantan las sierras pampeanas, favorecidas en parte por un excepcional panorama de intenso verdor. En la zona central, al oeste de los nevados de Aconquija, se encuentran innumerables fuentes termales en las que afloran aguas de reconocidas virtudes terapéuticas.
Las quebradas y cuestas permiten descubrir una belleza panorámica inigualable. Entre las primeras, que abren las puertas a las sierras, están las de El Tala, Los Angeles y La Cébila. De las cuestas, serpenteantes caminos que trepan por las montañas, son famosas las del Totoral, que lleva a Tucumán; del Portezuelo, que sube a las sierras de Ancasti; del Clavillo, que cruza el Aconquija; La Chilca, se dirige a Andalgalá, y Capillitas, que conduce a Santa María atravesando las minas del mismo nombre, de donde se extrae la rodocrosita (piedra semipreciosa, llamada también Rosa del Inca).
El valle de Pomán se encuentra a 154 kilómetros de San Fernando del Valle de Catamarca, al pie de las sierras de Ambato y a una altura de 950 metros sobre el nivel del mar. El valle ofrece dos aspectos bien definidos: las poblaciones que se enclavan en la falda del cerro y la exuberancia de plantaciones de nogales que producen frutos de excelencia.
Después tenemos el llano, más árido, caluroso, pero propicio para el cultivo de la vid y olivos. La producción de estos cultivos colocan a la región en un lugar de privilegio en la provincia.
La entrada a la villa de Pomán (capital del departamento), -fundada en el año 1633 con el fin de ser capital de la provincia, título que ostentó durante medio siglo-, sorprende al visitante con un espectáculo primoroso, al contemplar la cumbre del cerro El Manchao (4.550 metros), con su múltiple variedad de colores, contrastando con el azul de un cielo sereno. Esta antigua población conserva aún vestigios de edificación colonial, como la iglesia local, donde en enero se honra al patrono San Sebastián, con festejos que duran varios días e incluyen un festival folclórico.
Aquí también funcionan establecimientos industriales de aceitunas y diversas fincas dedicadas a la producción de nueces, vinos regionales de insuperable calidad y el tradicional aguardiente realizado en alambiques, a la vieja usanza. Es indudable que el cultivo de nogales olivos y vid, determinan una fuente de riqueza de grandes relieves.
Vivir en el cerro
Las poblaciones nogaleras por excelencia, Rosario de Colana, Mutquín, Rincón, Saujil y Sijan, ofrecen la calidad de los frutos de excepcional magnitud, razón por la cual tienen preferente aceptación en los mercados nacionales y extranjeros.
Es importante que el visitante no sólo se conforme con el esplendoroso paisaje, sino que busque relacionarse con los pobladores, ya que estos le brindarán lo mejor de sí.
En Rosario de Colana la vida transcurre apaciblemente. En invierno, al anochecer, las familias se reúnen en torno al fogón para quebrar nueces que luego serán embolsadas según su tamaño, y en ese clima agradable aparecen los relatos del pasado, tal es el caso de doña Clara Bazán de Casas, una linda abuela casi india, de 95 años, que deleita a sus seres queridos con crónicas de la mitología aborigen: -"dicen que cuando el hombre era bueno, la piedra era blanda. Así pues, con la rodilla se forjaban los morteros, para luego alisarlos con la mano".
El encanto propio de la gastronomía casera se manifiesta invariablemente en cada casa por más humilde que sea: empanadas (con mucho comino), chanfaina, cazuela de gallina, queso de pata, cabrito al horno de barro y la muy sabrosa cabeza huateada. Esta consiste en hacer un pozo en la tierra y después de calentarlo con brasas (éstas se retiran) se introduce una cabeza de vaca envuelta en papel, procediendo luego a rellenarla para recién al día siguiente poder disfrutar de este exquisito manjar. De postre, arrope de uva con nuez y brindar con vinos caseros de Mutquín o Saujil. ¡Salud!