-Me da gracia pensar que cuando vaya a buscar mi hijo a la escuela alguno me pueda decir: "¿Usted viene a buscar a su nieto?". Porque además ya me pasó varias veces. Se acerca cualquiera y te comenta: "Qué lindo, ¿es tu nieto?". Yo les contesto: "No, es mi bebé", y ponen una cara de "Ay, para qué habré preguntado".
-¿Te molesta esa situación?
-No, para nada. Solamente me preparo para ver la cara de espanto y vergüenza que ponen cuando les digo que es mi hijo.
Diana repasa sus anécdotas y se ríe con ganas. Tiene 51 años y, mientras habla, hamaca a César, su gran orgullo de 22 meses. Su locuacidad contagia sonrisas en Alicia y Viviana, que también fueron mamás primerizas a los 46 y 39 años, respectivamente. Las tres comenzaron a cambiar pañales cuando otras mujeres dejan caer los guantes. Y por ese simple motivo festejan el doble cada Día de la Madre. La Capital las reunió para homenajearlas en su día e intercambiar impresiones.
"Durante mucho tiempo se pensó que una mujer que tenía un hijo después de los 30 años corría muchos riesgos. Y te queda todo eso. Hasta yo tenía este temor antes de quedar embarazada", dice Viviana mientras intenta convencer a Lucas (18 meses) que tome la mamadera.
A Diana y Alicia les pasó más o menos lo mismo, pero el miedo se esfumó ni bien comenzaron a ver cómo crecían sus panzas. "Ni bien quedé embarazada se lo dije sólo a los más cercanos. Recién después del tercer mes lo pude compartir con otros", cuenta Alicia y abraza con fuerza a Candela de tres años.
El recuerdo es como un guiño para Viviana: "A mí me pasó lo mismo. Cuando esperábamos a Lucas mi marido no quería decirle a nadie. Y yo era un tonel".
Conforme pasan los años
"Yo empecé a pensar en la maternidad cuando cumplí los cuarenta. En el curso de mi vida fui ganando muchas cosas y llegó un momento en que me pregunté: ¿Para quién es todo esto? Entonces ahí comencé a desear ser mamá. La primera médica que visité me dijo: «Ni se te ocurra». Pero por suerte después encontré otros médicos que no creían lo mismo", señala Alicia.
Y la insistencia tuvo sus frutos, seis años después Alicia tuvo a Candela. "Cuando la escuché llorar por primera vez sentí tanta emoción que yo también me puse a llorar a los gritos y, por más que el médico intentaba tranquilizarme, no podía parar".
En cambio, para Viviana el camino fue un poco más arduo. "Quedé embarazada por primera vez a los 26 años. Lo perdí y después no pude embarazarme nunca más. Es muy duro, hay que tener paciencia, seguir peregrinaciones, médicos, tratamientos. Cada mes que pasa parece un fracaso. Pero al final vale la pena", reconoce.
Para Alicia, la maternidad es lo mejor que le puede pasar a una mujer. "Lo que se siente al ser madre es algo único. Podés ser feliz con tu pareja, en tu profesión o tu trabajo. Pero la felicidad que te da un hijo es incomparable", afirma.
En cambio, Diana piensa que convertirse en mamá debe ser una opción. "No creo que todas las mujeres tengan que ser madres. Tener un hijo se relaciona sólo con el deseo y las necesidades de cada pareja. Debe ser una elección", subraya.
Pero las dos se ponen de acuerdo al afirmar que después del parto nada es igual. Diana decidió cerrar su fábrica de cerámica para dedicarse exclusivamente a cuidar a su bebé. Alicia siguió trabajando pero bajó las persianas al cine, al teatro, a sus amigas y al café.
"Cuando sos mamá de grande vivís la maternidad con mucha más responsabilidad. En mi caso hasta los detalles más mínimos eran un problema. La elección del nombre era complicado porque pensaba que era algo que iba a llevar toda su vida y entonces no podía ser muy raro, ni muy común...", explica Viviana.
En ese punto, Diana no quiso perder ninguna oportunidad. "Le puse César Augusto Enzo y si en el Registro Civil me hubieran permitido un cuarto nombre lo hubiera aprovechado. Pensé que no iba a tener hermanos y le puse todos los que me gustaban", cuenta y vuelve a reír.
"Mi preocupación además del embarazo y el parto era pensar si yo le gustaría como mamá -recuerda también-. No sé si esto pasa porque a cierta edad uno tiene más tiempo para pensar, o si sólo pasa porque uno tiene cierta edad. Pero es verdad, queremos tener todo bajo control".
Sin embargo, las tres se asombran al reconocer que son "mucho menos obsesivas" de lo que pensaron alguna vez. Y llegado el caso no se niegan a compararse con mamás más jóvenes: "A los 20 o 25 años uno está empezando con todo, con el trabajo, con la casa, con el marido. Nosotras ya tenemos todo hecho y sólo nos queda empezar con la maternidad".