La identidad de una sociedad se construye con información. Referencias introspectivas que aúnan, que engloban a los habitantes de una ciudad, como Rosario, por ejemplo; un cuerpo hecho de pequeños trozos de historia que permanecen allí latentes en el inconsciente colectivo gracias a un fino proceso de acumulación de información llamada memoria. La misma que reclaman los inundados, los discriminados, los desplazados, los engañados y hasta los desaparecidos. La misma que intentan ocultar los responsables de esas atrocidades. Una lucha que todos los jueves a la medianoche se repite en el Canal 5 cuando se enciende "El buscador". El programa conducido por Susana Rueda se sumó a la programación local en junio y gracias a un durísimo trabajo de investigación en los archivos del canal consiguió cumplir con sus dos objetivos estratégicos: establecer un contacto fluido con la audiencia -llegó a medir 4 puntos de rating, una marca inusual para esa hora- y recordarles a los rosarinos sus alegrías y tristezas para, por un lado, moldear una identidad positiva y, por el otro, proponer un diario "nunca más" a los hacedores de la miseria económica, política y moral.
La misma Susana Rueda abogó por un ejercicio continuo de la memoria al recibir el 12 de octubre pasado el premio Magazine 2001 en La Rural. "Para que no nos pase lo mismo de nuevo", imploró desde el escenario, a modo de reivindicación del leit motiv de su programa. Un voto que mucho tiene de pasional y más de trabajoso.
Los vaivenes del recuerdo
Es que las políticas de conservación de la memoria son nuevas por estas pampas. Así, "El buscador" se encontró con una realidad casi tétrica de la memoria visual de los rosarinos. De los principios hay una falta de imágenes propia de una época en que las máquinas de video-tape eran un lujo y la revolución grabadora pasaba a varias cuadras. A esa carencia se adozó un período de economía de guerra en la compra de materiales fílmicos, extensos lapsos en los que se grababa una y otra vez sobre las cintas y que, cuando ya no servían, eran enviadas al archivo para su último uso, contradiciendo de plano los dictados de conservación modernos.
Pero los problemas no terminaron allí. Después faltaron elementos técnicos y espacios de almacenamiento adecuados para la preservación de los archivos telefílmicos, que terminaron pariendo latas oxidadas, cintas enmohecidas y la consecuente pérdida de calidad de imágenes. Y como si todo esto fuera poco, en 1976 llegó el terror. Muchos materiales de la incipiente democracia de entre 1973 y el golpe de Estado fueron destruidos, así como los testimonios del horror que le seguirían.
Para el archivo de Canal 5 las cosas cambiaron en 1983, aunque no tanto. Se instaló finalmente el formato de video; el sistema U-matic mejoró las posibilidades de indexación y recuperación de los segmentos televisados, en especial los periodísticos. Además, por fin se nombró a una persona, Alicia González, encargada de la titánica labor de resguardar la memoria del canal de la avenida Belgrano.
Pero como nadie sabía si los militares volverían a las andanzas, pocos materiales se rescataron del off. Es exiguo el archivo de 1983 y 1986. Muchas cosas no fueron guardadas, otras fueron borradas y las demás fueron robadas.
Con la democracia consolidada y con el rescate de la memoria como antídoto para no volver a sufrir las heridas del Proceso de Reorganización Nacional, 1987 fue el año del despegue y el archivo del canal entró a los 90 erguido en su objetivo final: luchar contra el olvido. El nuevo siglo traería una mejora radical, el formato digital DVC-pro se hizo rey. Hoy todo está en su lugar, clasificado y listo para volver a utilizarse.
Un operador de significados
Una breve historia del archivo del Canal 5 que, no sorprende, es la misma que la de los rosarinos, la misma que se despunta noche a noche en "El buscador". Una historia llena de polvillo que hurga Cristian Lavallén, en un principio secundado por Marcelo López Maccia, como productor periodístico del ciclo, junto a Rueda.
Pero la memoria tiene un particular mecanismo de subsistencia, la selectividad. No se puede recordar absolutamente todo y sólo queda a resguardo de la amnesia popular moderna aquella información que se repite, que se mantiene en forma, ejercitada a través de los medios de comunicación. Y esa impronta puede observarse en "El buscador": la capacidad selectiva puesta en marcha para diagramar un espectáculo televisivo heterogéneo y, por sobre todo, fragmentado.
El criterio de selección utilizado por los productores del programa fue el de anudar aniversarios y en consonancia con el día de emisión se recuerdan hechos ocurridos años atrás en la misma fecha. Y es exactamente allí donde se completa el círculo de la memoria, con un trabajo periodístico ameno y no por eso menos riguroso, contextualizando las imágenes rescatadas del archivo, poniéndolas en su tiempo justo, historizándolas para que no parezcan incongruentes.
De este modo, la investigación periodística desplegada por "El buscador" se transforma en el operador de significados quizás por muchos años escondidos en la memoria de la gente. Ofreciendo como posible la capacidad de discernimiento hoy necesaria para que los errores no se vuelvan a repetir. Para que las víctimas encuentren justicia y los victimarios condenas. Para que los rosarinos dibujen su identidad mirando al pasado pero con la mente puesta en el futuro. Para que la televisión sea algo más que baños y cocinas en vivo y directo. Sea un aglomerador de voluntades bajo el manto de una historia común, la de Rosario. Identidad, que le dicen.