| | Editorial Elogiable solidaridad
| La historia de Mohamed Baldé puede ser adjetivada de distintas maneras, pero ninguno de los calificativos por los cuales se opte debería eludir el registro de los sentimientos más valiosos que es capaz de albergar el corazón humano. La historia protagonizada por este adolescente liberiano que atravesó el océano Atlántico oculto en el compartimiento para la cadena del ancla de un buque mercante, y que sin dudas sobrevivió de milagro, está teñida de los aspectos más tremendos de una realidad planetaria plagada de desigualdades demasiado crueles. Después de una travesía a la que cabe designar, siendo moderados, de odisea, este joven "tímido, simpático y sensible, de rasgos finos y muy parco" -de acuerdo con la descripción realizada por el cronista de La Capital- se arrojó a las marrones aguas del Paraná a la altura de Puerto San Martín y de inmediato fue rescatado por un grupo de pescadores. En estado de coma, y padeciendo una insuficiencia renal como consecuencia de haber ingerido tan sólo agua de mar durante un lapso prolongado, ingresó al Hospital Granaderos a Caballo de la vecina ciudad de San Lorenzo y allí, por fortuna, pudo recuperarse rápidamente. Sin embargo, en sus ojos eran visibles la desconfianza y el miedo. Integrante de la etnia conocida como "sussu", Mohamed contó en francés que sus padres habían muerto en una de las tantas guerras civiles que azotaron durante la pasada década la pobrísima nación africana de la que es oriundo. Pero las palabras estaban, acaso, de más: es que nadie toma la decisión de arriesgar su vida del modo en que él lo hizo si tiene algo que perder. Mohamed, ciertamente, no tenía nada. En San Lorenzo, ha encontrado el afecto que hasta ahora le faltaba. En una elogiable demostración de solidaridad, una familia local -los Maynardi- le abrió las puertas de su casa hasta que la Justicia se expida sobre su situación. Padre, madre -ella es médica, y fue una de quienes lo atendieron- y dos hijos varones (uno de los cuales se ha hecho su amigo) le brindan, en este momento, contención y cobijo. Mohamed juega al fútbol, y mientras hace sus primeros avances en el idioma comienza a integrarse a la comunidad que lo recibió con cariño. En estos duros tiempos, plagados de indiferencia e individualismo, la historia del liberiano y sus protectores se erige en un pequeño, pero trascendente ejemplo a seguir. Comportamientos como el descripto ayudan a transformar una compleja realidad en un espacio mucho más transitable.
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