Año CXXXIV
 Nº 49.273
Rosario,
jueves  18 de
octubre de 2001
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El postre de una escuela y los sandwiches de Aguiló

Los últimos dos episodios de intoxicación masiva en la ciudad se produjeron el de 3 de agosto de 1987 y el 26 de diciembre del año pasado. En el primer incidente más de 500 personas sufrieron las consecuencias del haber ingerido sandwiches en mal estado que habían sido comercializados por la firma Aguiló, la cual cerró sus puertas luego de este trágico episodio. Incluso, siempre quedó la duda sobre la muerte, días después del acontecimiento, de un hombre que había ingerido los emparedados. En el otro hecho más reciente, otro medio millar de personas, en su mayoría niños integrantes de la comunidad toba, ingirieron un postre en mal estado al asistir a su almuerzo diario en las escuelas 1.333 y 1.334 en la zona oeste de la ciudad.
Fue un verdadero horror. El pánico y la descompostura generalizada fueron el denominador común de la mayoría de los pacientes que llegaban al Centro de Salud de Roullión al 4.300.
Dos horas después de la intoxicación, las ambulancias del Sies no daban abasto para trasladar de urgencia a cientos de pequeños que debieron ser internados en el Hospital de Niños Víctor J. Vilela.
Pero el desastre superó cualquier operativo sanitario. A medida que transcurrían las horas los chicos intoxicados llegaban en taxi y en los patrulleros de la policía. Días después, el diagnóstico del Instituto del Alimento fue lapidario: en las muestras tomadas en la crema pastelera de las facturas que comieron los escolares encontraron una bacteria que crece en condiciones antihigiénicas de conservación alimenticia.
A raíz de este escándalo, el ministro de Educación de la provincia, Alejandro Rébola, separó a la directora y a la ecónoma de la Escuela 1.333, en momentos en que los padres de los chicos intoxicados repudiaron a las funcionarias. En este caso, se confirmó que el proveedor de las facturas, a su vez hermano de la ecónoma, no tenía habilitación para funcionar. Es más, cocinaba los alimentos en un garage.
Pero la contaminación registrada en el 87 tuvo un saldo fatal. Un hombre de 72 años que había ingerido los emparedados intoxicados falleció a los pocos días en su domicilio y se realizaron pericias forenses sobre el feto abortado de una mujer de apellido Pasos.


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