Una dificultad extra para el presidente Fernando de la Rúa será la adversidad legislativa. Hay un triste recuerdo de un gobierno constitucional que tuvo minoría en ambas Cámaras: fue el último período de Arturo Illia, después de las parlamentarias de 1965. En el Senado, el peronismo tiene quórum propio y en Diputados es primera minoría, y ya decidió reclamar la conducción de ese cuerpo. En el PJ hay disensos sobre si exigirán que uno de los suyos sea proclamado después del 10 de diciembre, día del relevo de los legisladores, como titular de la Cámara alta, de hecho el vicepresidente del país desde la renuncia de Carlos Chacho Alvarez. Pero la pregunta del millón es si los nuevos legisladores le revalidarán a De la Rúa los poderes extraordinarios que caducan el 28 de febrero. Por lo pronto, y a su regreso de España -donde viajó el lunes- el presidente prepara una reorganización ministerial que no lo obligue a compromisos con el liderazgo de la UCR y con la idea de protagonizar los acuerdos necesarios con el PJ para hacer gobernable el país precisamente a través del Parlamento. Supone que Raúl Alfonsín siempre terminará actuando como bisagra y que a Rodolfo Terragno, su crítico y rival futuro, le opondrá al chaqueño Angel Rozas, quien se cree también llamado para grandes decisiones.
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