Año CXXXIV
 Nº 49.272
Rosario,
miércoles  17 de
octubre de 2001
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Interiores: "Envidia"

Jorge Luis Besso

Se trata de un sentimiento exclusivo de los humanos, muy difundido, por lo que parece en todas las épocas, y también muy repartido, pues se la ve campear tanto en los chicos, como en los adultos, en los viejos, entre las mujeres, en los hombres, entre los colegas, entre los rivales, en los vecinos, en definitiva, en nosotros y en los otros.
No es un sentimiento con mucho prestigio, más bien lo contrario, razón por lo cual no siempre es admitido por el sujeto portador y padecedor de la envidia, lo que dificulta muchísimo la posibilidad de realizar estadísticas al respecto, no obstante, quien más, quien menos alguna vez la ha tenido o sentido, con toda probabilidad, disimulado y hasta alguna vez admitido.
Parece una pasión muy típica del mundo femenino (mundo habitado tanto por mujeres como por hombres) pues ellas suelen estar muy atentas... "a lo que tiene la otra", "a lo que se puso", "a lo mal que le queda", " a la suerte que tiene"...pues "de otra forma no se entiende".
Muchas veces se produce un extraño reconocimiento del fenómeno cuando de pronto alguien suelta la frase que manifiesta la envidia sin restricciones y sin pudor, a partir de la fórmula: Es una envidia sana.
La envidia sana vendría a ser como el colesterol bueno, por eso se la puede hacer pública sin quedar en el lugar del envidioso/a, que no es un buen lugar, ya que es el tipo de posición donde uno muestra "la hilacha", es decir un fleco desagradable del ser que no pudimos ocultar, pero que podemos camuflar, con eso de: envidia...pero sana.
En realidad cuando uno escucha que alguien le dice eso, lo que escucha es a alguien que está haciendo un cuento, del mismo modo que cuando nos escuchamos decirlo, sentimos la sensación de estar haciendo un verso. Es que la envidia es más bien patológica y el hecho de que esté tan repartida como las caries no la convierte en sana. Eso sí, existen muchas diferencias al respecto que van desde seres que sienten ramalazos de envidia, hasta seres que viven empapados de envidia, en los que ésta le sale hasta por los poros.
En cierto sentido la envidia es un trastorno del deseo, pues la falta de algo es lo que hace desear, pero se produce un cambio de verbo y el sujeto pasa de desear a envidiar, con el inconveniente extra de que es mucho más difícil pasar de envidiar a desear. La envidia es un flujo que recorre las relaciones entre:
* Hermanos
* Colegas
* Esposos
* Amigos
* Parientes
En el caso de los hermanos, la envidia y los celos suelen estar a la orden del día; en el caso de los esposos los celos en general adquieren formas groseras, mientras la envidia toma laberintos sutiles. Entre colegas la envidia y los celos devienen en opiniones descalificantes: el otro siempre es el peor.
Entre los amigos estas pasiones parecen más atenuadas, mientras quizás ocurre todo lo contrario entre los parientes, pues en ese campo los celos y la envidia muchas veces atraviesan el aire como cuchillos filosos y, por qué no, venenosos.
Una psicoanalista como Melanie Klein, pionera mundial del psicoanálisis de niños, le da a la envidia un valor patológico más bien alto en tanto la define como un sentimiento primario inconsciente de avidez respecto de un objeto al que se quiere destruir o dañar. Lo opuesto a la envidia sería, para esta autora, la gratitud, sentimiento muy importante en la dialéctica amor-odio y también en la interacción entre sujetos.
En suma, la envidia está más bien del lado de lo peor del humano, a la vez coloca a los humanos también del lado de lo peor ya que la gratitud no alcanza para compensar la envidia.
Es que estos son tiempos en que la esperanza es aplastada por la desesperanza y casi cualquier optimismo deviene patológico, mientras que cualquier pesimismo encarna al realismo.
Por lo que parece no hay envidia sana, quizás es más cierto lo contrario, esto es, que la envidia es uno de los sentimientos que enferman al ser. Claro está que no se trata de no tenerla, ya que puede aparecer en cualquiera y en cualquier momento. Más bien se trata de reconocerla, pues es el primer paso para descartarla. Para que no sea una carta. Es que muchas veces el envidioso se consume por dentro, de lo cual es consciente, pero es bastante menos consciente de que en esa posición consume su vida, pues no le resulta grata, ni se la hace grata quienes lo rodean. En suma un ingrato. La gratitud en cambio está del lado de la alegría y del reconocimiento del otro.


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