Mauricio Maronna
¿Qué es lo primero que habrá que hacer en el Senado nacional? Correr las cortinas y dejar que la luz ilumine un ámbito dominado por las componendas, el trasiego de influencias, el conchabo de piezas fundamentales para mantener aparatos políticos y las sospechas sobre el cobro de coimas para aprobar leyes. ¿Lo segundo que habrá que hacer? Abrir las ventanas para evaporar el repugnante olor a "vieja política", esa que se resiste a morir. Para que el Senado vuelva a tener en la práctica el carácter de "honorable", distinción que figura en todos los membretes que parten desde el Palacio de las Leyes, sus nuevos integrantes deberán empezar de cero. La elección directa de los integrantes de la Cámara alta es un instrumento formidable para que los futuros ocupantes del barroco escenario se ocupen de dejar atrás los emblemas de corrupción, sangre y trapisondas. Al fin y al cabo, los santafesinos que lleguen al Senado tendrán más a mano que el resto las memorias de Lisandro de la Torre, ese outsider tan burgués como honesto que enorgulleció a la provincia y cuyo torrente de palabras filosas desencadenaron la muerte de otro santafesino, Enzo Bordabehere, quien salió en defensa de Don Lisandro, el 23 de julio de 1935. En el pasado mediato e inmediato del Senado aparecen episodios que resultan ilustrativos para entender la trágica historia argentina, como recordó el eterno cronista parlamentario Armando Vidal: * Un senador antiperonista rompió el monopolio del poder de los oficialismos de turno y acorraló a un ministro en resguardo de la vida de otros peronistas presos. Era Alfredo Palacios, en 1961. * El voto solitario de Elías Sapag (del Movimiento Popular Neuquino) posibilitó el rechazo a la ley gremial que propiciaba Raúl Alfonsín para democratizar a los sindicatos. Fue el 15 de marzo de 1984. * Se sucedieron innumerables "negociaciones" para que los gobiernos de turno pudieran tener en tiempo y forma sus "leyes de urgencia" y la aprobación de los pliegos de jueces adictos a los poderes de turno (recordar a Vicente Saadi). * La renuncia del vicepresidente de la Nación Carlos Alvarez desencadenó un conflicto institucional tras la denuncia por el supuesto pago de coimas a cambio de la reforma laboral. Las acusaciones de Alvarez provocaron la renuncia del jefe de la Side, del presidente provisional del Senado, de los jefes de los bloques oficialista y del PJ, además del ministro de Trabajo. También generó la caída en picada del propio Chacho. * A raíz de ese escándalo hay causas penales abiertas que involucran a once senadores y un ex juez que alguna vez dijo tener "indicios graves y concordantes" de la existencia de sobornos. Y la frutilla del postre: un senador, que sigue en su banca, admitió haber cobrado coima en el trámite por la ley laboral. * También se mantiene en su escaño un senador por Santa Fe, gravemente acusado por un familiar de maniobras ilegales que podrían llevar al enriquecimiento ilícito. El juez Gabriel Cavallo, actualmente a cargo del expediente por los sobornos, recibió la aprobación para ser ascendido a camarista federal casi en paralelo con la desvinculación de la causa del ex jefe de la Side Fernando de Santibañes y del ex ministro de Trabajo Alberto Flamarique. Y la Cámara Federal dictó la falta de mérito sobre los once senadores sospechados. Resulta sobrecogedor que la mayoría de los candidatos a ocupar las bancas malditas apuesten a eliminar a los ñoquis (entre 700 u 800), abrir las comisiones al público y poner un tope de empleados por cada legislador. Para terminar con los discursos demagógicos de cierto sector del periodismo que cree que todo se soluciona con podar al extremo las dietas, los nuevos senadores deberían ponerse de acuerdo e informar cuál es el monto que perciben por su tarea en la Cámara alta. Visitar en la web las declaraciones juradas de los legisladores es una tarea sorprendente: no hay más de dos que reconozcan el mismo ingreso. Afortunadamente, del viejo Senado solamente quedarán esquirlas. Del actual plantel, únicamente once legisladores quieren renovar su mandato. Con la decisión de alejarse definitivamente de la Cámara alta parecen admitir que, más allá de la ausencia de castigo penal, la sociedad tiene decisión tomada sobre ellos. Pero el daño es difícil de reparar: pese al voto directo, buena parte de los potenciales electores no tiene el mínimo deseo de concurrir a las urnas. Tantos años de oscuridad han provocado que la gente descargue sobre ellos el latiguillo que más les duele: "Son todos iguales". Los -y las- que lleguen el 10 de diciembre (24 mujeres formarán parte del nuevo staff), tendrán la obligación de cumplir una promesa exigua, pero trascendente: correr las cortinas, abrir las ventanas y despejar el olor fétido que despide la Cámara desde el mismo momento en que alguien decidió correr la alfombra.
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