Año CXXXIV
 Nº 49.258
Rosario,
miércoles  03 de
octubre de 2001
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Editorial
Huyendo de la miseria

El caso de los dos chicos liberianos que viajaron once días ocultos en la parte exterior de un buque, escapando de la miseria y tal vez de las condiciones de esclavitud a la que estaban sometidos, ha tocado la sensibilidad de gran parte de la ciudadanía, en especial en la ciudad de San Lorenzo, donde se recupera Moohmed Baldé, uno de los que milagrosamente pudo salvar su vida. Y obviamente también obliga a reflexionar sobre el estado dramático en que se encuentran las poblaciones de muchos países africanos.
Es que seguramente este suceso permite dimensionar o comprender más cabalmente un fenómeno que a diario viven la mayoría de los países europeos, bañados por las aguas del Mediterráneo, donde una marea humana intenta llegar hasta allí para sobrevivir, a través de los más diversos medios, algunos de ellos tan precarios que muchos pierden su vida antes de pisar tierra firme.
Provienen de la mayor de las desigualdades, geográficas, económicas, sanitarias, políticas y educativas. Y paralelamente, sometidos a enfrentamientos entre etnias o tribus, cuando no son vendidos por sus propios padres en el mercado de esclavos y por unos pocos dólares. Se trata de las condiciones más abyectas de vida y que forma parte de la misma Humanidad o civilización a la que pertenecemos y transitamos, pero que a menudo cuesta reconocer y en caso de hacerlo comprometer una acción para modificarla.
Desde luego que no están solos, sobre sus países trabajan distintas delegaciones de Naciones Unidas, como el Alto Comisionado para Refugiados y organismos no gubernamentales, como Médicos sin Fronteras. Sin embargo, no alcanza para contener las secuelas que generan sus economías endémicas, planificadas por un grupo de familias vinculadas al poder de turno.
Por ello, se requiere con urgencia una política de asistencia por parte de las economías más poderosas y centrales, bajo planificación y supervisión de Naciones Unidas. A poco de iniciado un tercer milenio, los derechos consagrados en la carta de fundación de la ONU para todos los países del planeta sigue siendo una expresión de deseo. Y mientras esto no se plasme, el fenómeno de las migraciones seguirá deparando hechos que impactarán en las retinas con una dimensión aún impredecible.


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