| | Reflexiones Argentina debe ser protagonista
| Jorge Giorgetti (*)
Desde la historia de los tiempos, quien ganó una guerra impuso el poder y las normas. Esta tendencia continúa: como ejemplos recientes podemos decir que después de las guerras napoleónicas fue en el Congreso de Viena donde se trató de organizar el mundo. Luego de la Primera Guerra Mundial, se formó la Sociedad de las Naciones con el mismo fin; a instancia de los aliados, finalizada la Segunda Guerra, se crearon las Naciones Unidas. En la última gran disputa, la batalla entre el capitalismo y el comunismo, finalizada la Guerra Fría en los 90, los países victoriosos intentaron crear un nuevo orden mundial priorizando ciertos valores, como derechos humanos, democracia, economía de mercado y solución pacífica de controversias. También por entonces comenzó a abordarse la temática de la globalización de la riqueza, del capitalismo, y se marcó la agenda de los temas globales de cuyo cuidado dependía la supervivencia o no de la raza humana. Fue en el consenso de Washington, donde se convino la agenda cuyos temas serían el cuidado del medio ambiente, la proliferación de armas de destrucción en masa y el terrorismo. Todos los países del mundo institucionalmente (ONU, OEA, etc.) coincidieron en compartir su lucha en el cumplimiento del cuidado de esta agenda global. Primera reflexión: el olvido imperdonable... no poner en la agenda de los temas globales la responsabilidad de todo el mundo institucional para aniquilar la pobreza. Lo cierto es que a 10, 11 ó 12 años de aquella propuesta, el abismo entre el mundo rico y el mundo pobre se ha ensanchado, pudiendo comprobarse que la pobreza significa un arma atentatoria contra la humanidad, tanto o más que el cuidado del medio ambiente. Y el mundo no puede ignorar que la globalización de la riqueza ha alimentado la violencia que genera la desigualdad, la marginación, la exclusión. En este contexto, nuestro país debe encontrar la forma de no ser un peso para ese orden internacional. El primer aporte es que Argentina encuentre, a través de sus autoridades, un estímulo real para su economía y liberar al mundo del pedido constante de auxilio que hoy ejercemos, así como también dejar de lado nuestra diplomacia mendicante. Debemos decir: ¡basta ya de ayuda y de aportes! Estamos llenos de recursos naturales y de una población con capacidad y con valor. Debemos contribuir al mundo a través de la resolución de nuestros propios problemas reactivando nuestra economía. No debemos ignorar la responsabilidad que tenemos en nuestra propia recuperación, en ser protagonistas voluntarios en la defensa de nuestros intereses y en el encuentro de nuestro desarrollo. En Argentina, tuvimos una especie de fascinación en acentuar la temática globalizadora. Así es como confundimos a la globalización, una ideología, una política; con un fenómeno natural inevitable. Esta grave confusión nos llevó a dejar de pensar en los intereses nacionales; en aceptar la gravitación de lo global sobre lo nacional, y por ende, a cruzarnos de brazos, mendigar, suplicar, y cuando no, sentirnos incomprendidos, esperando la mágica solución externa. En el mundo existe una agenda global que anunciamos en nuestras primeras líneas, en la que imperdonablemente no figura la lucha contra la pobreza. Pero convengamos que los países subsisten como tales a través de su propia agenda de intereses, con su propia cultura, con su propio interés nacional. En Argentina, hace falta que se levanten voces que pongan de pie nuestra capacidad de país para desarrollarnos. Por eso proponemos una agenda para abandonar las muletas: se vuelve imprescindible la formación de consorcios de comercialización externa tomada como política de Estado, haciendo hincapié en la investigación y el marketing. Debemos dinamizar desde el Estado todo aquello que nos genere desde la economía valor agregado, y de esta manera revertir el quebranto que hoy tiene la producción, priorizando los proyectos que tengan rentabilidad, encontrando un lógico equilibrio dentro de los factores que componen el costo. Los únicos que deben llevarse la rentabilidad son los sectores del trabajo y la producción. Para revertir este presente, debemos cambiar el círculo vicioso de inmovilismo en el que estamos, por el círculo virtuoso del fortalecimiento del mercado interno. Por eso se vuelve imprescindible que el sistema financiero realice el ajuste que nunca efectivizó. Hoy Argentina tiene una mala asignación de sus recursos por problemas externos (subsidios de países centrales, aranceles, trabas sanitarias); y problemas internos (valor de la moneda: convertibilidad). Diríamos que dentro de los problemas internos se agudiza el tema de costos en los servicios de electricidad, teléfono, gas, agua (un departamento en New York le sale al propietario 80 dólares por mes, mientras que en Argentina trepa a 240 dólares). También apareció el costo de nuevos servicios, como autopistas y peajes, celulares, etc.; y un capítulo aparte merece el constante aumento de impuestos en momentos en que las empresas no tienen rentabilidad. Por ello es imperativo en esta agenda propuesta reemplazar las muletas de los planes de competitividad de Cavallo por una aguerrida y cerebral política externa, donde rediscutamos nuestra deuda externa mientras en la misma mesa peleamos los precios internacionales de tasas de créditos para nuestros productores y fijamos nosotros el precio de nuestros productos. Es decir, el precio del dinero en Argentina tiene que ser similar al de París, Frankfurt o Washington; ¿por qué estamos obligados a pagar diferente del 4 o 4,5%; el precio del dinero? He presentado ante la Legislatura un proyecto para que el Poder Ejecutivo de Santa Fe declare de interés provincial a todo lo que genere cadena de valor con especial interés en el marketing para incorporar nuestros productos a terceros mercados, así como también, incentivar y privilegiar al acopio de inteligencia. No nos llamemos a engaño, Argentina prescindirá de sus muletas cuando sus dirigentes dejen de lado el triste papel mendicante de implorar números y ajustar gente como números. Desde el justicialismo sabemos que en la revalorización de todas nuestras capacidades incluida la de renegociar nuestra deuda externa de pie y soberanamente, nos devolveremos a nosotros mismos la dignidad nacional, sacándole al mundo el peso de nuestras cavilaciones, y sumándole la presencia diferenciadora de lo que somos capaces de hacer. (*) Diputado provincial
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