Pablo Procopio
El padre Ignacio Peries estaba feliz: una vez más logró colmar la iglesia catedral. El párroco del templo, monseñor Raúl Giménez, evidenció esa alegría y la de los asistentes. Por eso, tuvo palabras de agradecimiento. De inmediato, los feligreses le dedicaron un aplauso a Ignacio. Había una tres mil personas, muchas de ellas se quedaron hasta pasada la medianoche para poder acceder al cura que las bendijo una por una. "Pedí la gracia de Dios para que la gente pueda sobrellevar sus problemas personales", dijo a La Capital antes de manifestar esperanzado que "ojalá se termine la violencia en el mundo y se encuentre la paz en el corazón". En el marco de la festividad de Nuestra Señora del Rosario (patrona de la ciudad), Ignacio ofició desde las 19.30 de ayer la misa dedicada a los enfermos y adultos mayores. Afuera llovía, pero en el templo se respiraba tranquilidad. Cerca de las 21 la misa ya finalizaba, pero muy pocos tenían la intención de irse. La gente quería llegar hasta el sacerdote oriundo de Sri Lanka (Africa) y poder ser motivo de una invocación de manos. No siempre se viven situaciones semejantes en la iglesia principal de Rosario. Una joven madre acercó su bebé vendado, el cura lo alzó, lo apoyó sobre su hombro y le tocó la cabeza durante un tiempo prolongado, frente a una generalizada expectación. Otra mujer llevaba una foto mientras era bendecida y no dejaba de apretarla sobre su pecho. El transcurrir de la misa fue apacible, solemne. Incluso, Ignacio celebró la eucaristía muy lentamente para que la gente arrodillada pudiera pedir y agradecer con tiempo. En la homilía se refirió a María como ejemplo para soportar con fuerza el dolor. "Nunca desesperaba", remarcó el sacerdote de la iglesia Natividad del Señor, antes de agregar: "Le pedimos que nos acompañe a llevar nuestros dolores y lágrimas". En efecto, esa fue la intención de la celebración, meditar sobre los sufrimientos tomando como modelo a la Virgen. La gente colmó las instalaciones y se quedó parada en el atrio taponando la entrada. A pesar del mal clima, un pequeño grupo también permaneció en la plaza 25 de Mayo. Es que en el templo ya no entraba nadie. Los organizadores habían previsto instalar una pantalla afuera, pero la idea quedó trunca ante las inclemencias del tiempo. Así y todo, las cosas salieron bien. A la hora de la comunión, los ministros de la Eucaristía portaron pancartas para ser fácilmente identificables. Ignacio se acordó minutos antes de "los sufrimientos de hoy". Los de la gente que no tiene trabajo, obra social o vivienda, y recordó a quienes viven "fuera del país; por ejemplo, en Estados Unidos", sostuvo pensando seguramente en el atentado terrorista del 11 de septiembre. Monseñor Giménez, quien concelebró la misa, sorprendió al agradecer públicamente la presencia de Ignacio y deseó que "no llueva mañana" cuando el invitado especial deba volver a la catedral.
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