Se le atribuye la responsabilidad por la muerte de 430.700 personas anualmente en los EEUU ( sobre 2.000.000 de fallecimientos anuales). Sólo en América Latina se producen 150.000 muertes anuales, y en nuestro país, la cifra es de 45.000 al año. El cigarrillo mata más gente que el sida, los accidentes automovilísticos, los homicidios, los suicidios, la cocaína, la heroína y el crack considerados en conjunto.
Uno de los instintos más desarrollados en el ser humano, es el de conservación, y el cuidado de la salud y de la vida, ha sido uno de los pilares de nuestra supervivencia como especie.
Gran cantidad de nuestras acciones se orientan hacia el objetivo que aparece como prioritario: mantenernos vivos. Nos alimentamos, bebemos, dormimos, descansamos, vivimos en casas que nos protegen de la intemperie y sus rigores, hacemos ejercicios, conducimos con precaución, nuestros reflejos nos alejan automáticamente de las amenazas, nos protegemos del frío y del calor excesivos, sin olvidar, por último, que muchos de nosotros, chequeamos periódicamente nuestra salud y, a la salida de la consulta, en la que nos informaron que nos encontramos bien, fumamos un cigarrillo.
También fumamos porque todo va mejorando, o... empeorando. Fumamos porque el examen se acerca o porque ya lo hemos rendido. Fumamos cuando todo va bien o cuando cuando todo va mal, antes y después de, con y sin, a favor y a pesar de, desde el comienzo y celebrando el final, dentro y fuera, por y contra.
Factor de riesgo
Un fumador de 35 años ya sea de sexo masculino o femenino tiene el doble de posibilidades de morir antes de los 65 años que un no fumador (1 de cada 4 fumadores contra 1 de cada 8 no fumadores). También ascienden al doble las incidencias de muerte súbita e infarto agudo de miocardio. Las posibilidades de morir de un ex fumador son significativamente inferiores.
Según la British Dental Association, fumar es el factor de riesgo más importante para el cáncer oral. Además existe asociación causal evidente con cáncer de pulmón, como todos conocemos, pero también, con cánceres de esófago, estómago, colon, vejiga, páncreas, y siguen las firmas.
Según se conoce a través del análisis fisicoquímico, el cigarrillo contiene alrededor de 4.000 constituyentes químicos diferentes y según un informe aparecido en el Times, en febrero de este año, las compañías tabacaleras han admitido el agregado de alrededor de 600 ingredientes secretos adicionados al cigarrillo con el objeto de aumentar el grado de adicción, entre ellos sucrosa, cocoa, ácido cítrico y amonio.
Dentro de él pueden encontrarse metales como el mercurio, fuerte tóxico renal, benceno, un solvente industrial cancerígeno, formaldehído, cianuro de hidrógeno, monóxido de carbono y plomo.
Mucho más influidos por la propaganda de lo que pensamos, preferimos ignorar al molesto consejero que nos pide el supremo sacrificio del abandono. "Qué va a perjudicar el cigarrillo si tío Fermín fumó toda la vida y nunca le pasó nada". Con argumentos como éste y otros aún más ridículos y carentes de valor, nuestros fumadores estiran la inveterada adicción que crece día a día y postergan sin fecha el día de abandono.
El fenómeno de la infravaloración del impacto en salud que el tabaco produce y también del número de cigarrillos fumados diariamente, merece una consideración especial como fenómeno asociado. Una frase muy escuchada en las consultas médicas es: "Sí, fumo, pero poco, nunca paso del atado diario".
Por otra parte, las limitaciones y consecuencias orgánicas de fumar, se instalan con la suficiente lentitud como para pasar desapercibidas al principio, presentarse bajo identidad impostada y ser atribuidas a cientos de causas suplentes, encargadas de reemplazar al verdadero culpable ante la consideración del propio fumador que de esa forma negocia con su conciencia seguir fumando a pesar del deterioro físico que experimenta.
¿Sirve dejar de fumar aun cuando se lo haya hecho por largo tiempo? Independientemente del tiempo y número de cigarrillos fumados hasta el momento del abandono, el riesgo cardiovascular disminuye al 50% durante el primer año de abandono. El resto del riesgo disminuye un 10% por año de forma tal que a los 5 años, el riesgo cardiovascular del ex-fumador iguala al de alguien que nunca fumó.
¿Se puede abandonar el cigarrillo? La respuesta es sí. Nuevos métodos terapéuticos nos han provisto de recursos de enorme valor para el tratamiento del individuo en plan de abandono. Hoy contamos, con recursos que pueden facilitar enormemente la tarea. Dejar de fumar, insume aproximadamente en el caso promedio, sesenta días de dedicación, muchas veces menos y raras veces más, debiendo partir de la única premisa necesaria que hace posible la empresa: la decisión de abandonar la adicción.
Indudablemente esta decisión conlleva la elaboración del inevitable duelo ante la pérdida de la gratificación que cada paciente obtiene al fumar, pero hay tanto que ganar y tan poco por perder que no caben muchas dudas acerca de cuál es la decisión correcta.
Al cabo de sólo unos pocos días, cada fumador puede recuperar su libertad, abandonar la esclavitud y dedicarse a disfrutar de una vida más saludable y limpia, muchas veces más activa y plena, sin limitaciones en lo físico y mucho más fuerte en lo psicológico.
Los beneficios de dejar de fumar nunca serán adecuadamente valorados, y por el contrario, será tentado a fumar con frases sugestivas de productos publicitarios cuidadosamente estudiados,.
La Sociedad de Cardiología de Rosario, invita a reflexionar. Dejar de fumar, debe ser el objetivo de todo fumador. No comenzar a fumar, el de los adolescentes.
La Ciudad
