A pesar de ser un hombre pacífico y muy querido por sus clientes y vecinos, Raúl Reusmans parecía predestinado a morir violentamente. Es que ni la entrega del dinero que tenía en la caja de su carnicería lo salvó de las heridas letales que le produjo el proyectil de un revólver calibre 32. Como a los ladrones la cantidad de plata les resultó insuficiente, uno de ellos le disparó a sangre fría. Uno de los sujetos ni siquiera fue identificado, pero el otro se entregó unas horas después y ahora fue condenado. Un juez lo sentenció por robo seguido de muerte y lo castigó con una pena de 16 años de prisión.
Reusmans fue baleado el 25 de enero de 2000. El ataque ocurrió en su negocio, la carnicería El Amanecer que estaba en San Martín 2422, en Villa Gobernador Gálvez. La víctima atendía a sus clientes y ya estaba a punto de cerrar -eran las 12.45- cuando al local ingresaron dos sujetos. Enseguida quedó claro que se trataba de un asalto porque uno de ellos entró blandiendo un arma.
Los ladrones pidieron dinero y el carnicero -de 60 años- no dudó en satisfacer la demanda, sobre todo porque temía por la seguridad de sus nietos, que estaban ocasionalmente en el local. Abrió la caja y les entregó todo lo que tenía, que no era mucho. El negocio era chico, más bien de barrio, y la recaudación hasta ese momento sumaba unos pocos pesos.
Cuando vieron de qué cantidad se trataba, los delincuentes se molestaron y exigieron más. Reusmans trató de explicarles que no tenía y hasta llegó a decirles que se llevaran lo que quisieran, pero casi no le dieron tiempo. El que iba armado le disparó a quemarropa, desde corta distancia, al medio del tórax.
Los asaltantes escaparon con su magro botín mientras la víctima, aún malherida, intentó perseguirlos. Alcanzó a salir a la calle y hasta caminó algunos pasos. "Siéntese, que vamos a llamar a una ambulancia", alcanzó a decirle una vecina. Reusmans no hizo caso y siguió caminando otros 30 metros.
Finalmente se desplomó y los vecinos lo subieron rápidamente a un auto particular. Lo llevaron al Hospital Gamen y de allí lo derivaron al Hospital del Centenario, donde peleó por su vida algunas horas. Finalmente, una "hemorragia masiva de hemitórax" acabó con su vida, según explicaron después los médicos forenses.
El cómplice se fugó
En medio de la confusión, los ladrones escaparon. Hasta hoy se ignora la identidad de uno de ellos, pero el otro se entregó al día siguiente: era Diego Núñez, de 18 años, a quien sus conocidos apodaban Oaky.
Dos testigos fueron claves para probar que fue él quien apretó el gatillo. Se trata de dos personas que vieron salir a los ladrones de la carnicería, y que reconocieron al homicida en una rueda de cinco personas.
Para el juez Ernesto Genesio, secretaría de Ernesto Eiriz, se trató de un robo seguido de muerte. "De eso no cabe duda porque hubo apoderamiento de dinero y, no conforme con ello, uno de los delincuentes hizo un disparo", dice el magistrado en la sentencia.
Genesio considera que el autor del homicidio no tuvo ningún respeto hacia la vida de la víctima, que estaba trabajando para ganarse el sustento diario, y dijo que eso prueba que se trata de una persona extremadamente "peligrosa". Por esa razón lo sentenció a 16 años de prisión.
El homicida había sido procesado por el mismo delito por el juez de Instrucción Osvaldo Barbero, quien tuvo a su cargo la investigación del hecho.