Año CXXXIV
 Nº 49.248
Rosario,
domingo  23 de
septiembre de 2001
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Aragón: al pie de los Pirineos
Tesoros arquitectónicos en Barbastro, la pequeña aldea española donde nacen las rutas hacia Francia

En la comunidad autónoma de Aragón, al norte de España, junto a los Pirineos, en la provincia de Huesca, se encuentra Barbastro, la capital de la comarca de Somontano, una pequeña ciudad que guarda tesoros arquitectónicos en un paisaje de montañas.
Ciudad conocida también por el nombre del fértil río Vero, aguas que facilitan una agricultura afamada y unas bodegas que constituyen una denominación de origen Somontano de prestigio internacional. Por su ubicación junto a los Pirineos, Barbastro es el comienzo de las rutas que llevan a Francia por el túnel de Belsa. Muy cerca se pueden recorrer sitios maravillosos, como Torreciudad, Ordesa, Añisclo o Pineta.
El conjunto histórico de Barbastro muestra joyas de incalculable valor. La catedral, dedicada a la Asunción, es el monumento más emblemático de la ciudad. Se trata de un templo de inspiración gótica y desarrollo renacentista, con tres naves de igual altura, sin cúpula ni crucero. Las bóvedas de crucería se sostienen en seis columnas de unos quince metros de altura. El retablo mayor posee un espectacular basamento de alabastro, obra de Damián Forment y Juan de Liceire. La silueta de la torre es uno de los elementos identificativos de la ciudad. Los muros exteriores del siglo XVII, que ocultan la originaria del siglo XIV, se articulan en tres cuerpos con remate en chapitel.
Dentro del conjunto catedralicio se encuentra el Museo Diocesano, que reúne obras que proceden mayormente de pueblos abandonados. Se trata de piezas muy diversas con la común pertenencia al arte religioso, y estructuradas en dos salas de escultura y pintura, de orfebrería y tejidos.
Desde el Museo Diocesano se accede a la antigua calle Mayor, hoy de los hermanos Argensola, donde se encuentran los palacios renacentistas, empezando por el Episcopal, que se encuentra junto al conjunto catedralicio.
Se pueden admirar también las fachadas de otros tres edificios construidos al final del siglo XVI y comienzos del XVII. El del ayuntamiento, restaurado en los años cincuenta; la sede de la Universidad Nacional a Distancia y el palacio de Los Argensola completan el recorrido, este último con un rico artesonado en el alero. La plaza del Mercado constituye el lugar más popular de la ciudad donde se venden verduras y hortalizas.
Al otro lado del río se encuentra la iglesia de San Francisco, templo original del siglo XVI y de la cual conserva un arco apuntado en la nave central. Esta visita se completa con el Conjunto de San Julián y Santa Lucía, formado por el Centro de Interpretación del Somontano, donde se proyecta un audiovisual sobre el Somontano y el Museo del Vino, situado junto a la Iglesia, en el antiguo Hospital de San Julián.
Igualmente interesantes son las visitas al museo de los Mártires Claretianos y el Monasterio del Pueyo, este último a 3 kilómetros del núcleo urbano y desde donde se disfrutará de una de las más bellas panorámicas del Pirineo central y la sierra de Guara, a más de 600 metros de altura.
Ciudad amurallada
El trazado actual de la localidad es consecuencia de un milenio de historia. La parte más elevada de la ciudad, situada junto a una peña de arenisca a unos 350 metros, es conocida como La Peñeta. Fue el núcleo fundacional de la ciudad, hecho que ha sido constatado con la aparición de restos arqueológicos. Aquí estuvo la Zuda y también la primera ciudad amurallada musulmana.
La definitiva reconquista cristiana en el año 1100, no representó apenas cambios en el urbanismo de este primitivo núcleo: las calles de este barrio, conocido como del Entremuro, se adaptan a la topografía del terreno y van siguiendo las curvas de nivel. Otras calles sumamente pendientes, cortan a las primeras de forma perpendicular. Aquí todavía se pueden encontrar buenas muestras de esa arquitectura popular que tan evocadora resulta tanto en sus materiales (tapial, adobas y ladrillo) como en sus formas. Arcos de medio punto para las portadas, empinadas cuestas y rincones recogidos, recuerdan al pequeño pueblo que fue Barbastro no hace mucho tiempo.
En una zona ligeramente más baja se encuentra la catedral, que ocupa el mismo solar que la mezquita musulmana y el templo cristiano que la sustituyó. A partir de este lugar, las calles descienden acusadamente hacia la zona de la plaza del Mercado y Arrabales.
La expansión urbanística de la ciudad hacia este sector se produjo durante el siglo XVI, época que representa uno de los momentos más prósperos para la población. El Barbastro del siglo XVI se completa con algunos palacios como el de los Argensola, muy transformado en la actualidad y convertido en centro cultural. Del conjunto destaca el volado alero de madera labrada y decorada con piñas colgantes, ménsulas y vegetales.
Digno de admiración es el palacio Baselga, que presenta una hermosa lonja con columnas toscanas coronando la fachada.
Plaza aragonesa
La plaza del Mercado es un buen ejemplo de plaza porticada aragonesa, que no responde a una planificación urbanística, sino al deseo de los habitantes de la zona de construir una plaza con soportales que protegieran de las inclemencias del tiempo a quienes acudían a la ciudad a poner en venta sus productos. Por ello, cada casa, cada portal, cada pilar, es diferente.
En 1926 se concibió un proyecto urbanístico que pretendía dotar de regularidad a este espacio urbano, con nuevas construcciones fruto de la nueva estética de principios de siglo. A este momento responden edificios como Almacenes San Pedro, propios de esta arquitectura historicista, modernista y erudita, cuyos elementos más destacados son las esbeltas columnas de orden gigante que dotan de unidad a los edificios de este momento.
Por último, en 1977 tuvo lugar la última gran reforma que afectó a este espacio: la construcción del Centro Cultural Entrearcos, según un proyecto de Heliodoro Dols, en el solar donde estuvo la casa del beato Josemaría Escribá.
El edificio reproduce en su planta baja los portales propios del sector más popular de la plaza, utiliza ladrillo para los muros y para la galería de arquillos de medio punto que culmina la fachada; y por último, presenta un alero muy volado que, en parte retoma la tradición de los aleros del siglo XVI labrados en madera, y reproduce el estilo más tradicional que combina tejas y ladrillos en esquinilla, del tipo pico de pájaro.
Si bien todos estos elementos recrean la tradición de los palacios aragoneses del siglo XVI, la estilización de la galería de arcos (sumamente peraltados), la combinación de ladrillo y cemento, la incorporación de nuevos materiales para el alero dotan a este edificio de un marcado aire contemporáneo.
En los Arrabales, el sector que entre los siglos XVI y XVIII estuvo habitado principalmente por labradores y jornaleros, todavía se pueden encontrar buenas muestras de arquitectura doméstica, cuyo rasgo más característico son los amplios miradores que se abren al mediodía.
Actualmente, la ciudad se ha extendido hacia el sudeste, donde se ubican las localidades de Monzón y Lérida. Se puede afirmar que allí ha nacido el nuevo Barbastro.



La aldea española tiene a los Pirineos como fondo.
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