Año CXXXIV
 Nº 49.248
Rosario,
domingo  23 de
septiembre de 2001
Min 16º
Máx 27º
 
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La "Fiesta de las ollas" es un acontecimiento único en el país
El tercer domingo de octubre se realiza la "Manca fiesta" en La Quiaca
La celebración colla aún conserva el carácter ancestral

Armando Piccone

A pesar de la tan aludida globalización que ha invadido cada rincón y espacio de esta bendita tierra, transculturalizando y sepultando casi por completo las tradiciones, el tercer domingo de octubre de cada año y por el término de una semana, se realiza en La Quiaca la famosa "Fiesta de las ollas" o "Manca fiesta", acontecimiento de pura raigambre nativa, único en el país, que aún conserva el carácter ancestral.
Durante su transcurso el observador puede apreciar que el pueblo colla continúa reproduciendo su modo de vida, pese a estar considerado el último peldaño en la escala social a partir de la conquista española del siglo XVI.
En la puna, un inconmensurable espacio pleno de luz, donde suelen verse majestuosos cóndores surcando el diáfano cielo y un tapiz pardo donde vagan las vicuñas, guanacos y suris, el hombre tiene la calma y el silencio del paisaje. Sus costumbres son el reflejo de un tiempo inmemorial, donde la magia y la realidad se funden en la música y la celebración andina.
En vísperas del acontecimiento, es perentorio cruzar el puente que une La Quiaca con la vecina localidad de Villazón en Bolivia para observar desde muy temprano, la gran cantidad de bultos que son acopiados cercanos a la frontera, para luego trasladarlos a la Argentina.
Todo fardo que pueda ser porteado sobre una persona es considerado legal y no paga impuesto, por lo que constantemente realizan el cruce del puente que separa ambos puntos, llevando sobre sus espaldas las pesadas cargas.
Vienen personas del altiplano boliviano, trayendo ollas, tinajas, platos de barro cocido y otros objetos de alfarería primitiva, embalados cuidadosamente con paja para su protección. El material con que los artesanos fabrican estos enseres se obtiene generalmente de la entrada a los socavones de las minas.
También llegan habitantes de la Puna jujeña, con tejidos de lana de llama, vicuña y oveja, como barracanes, ponchos y mantas. Entre los productos a comercializar están el charqui y el chuño (papa de la puna).
Los pobladores de los valles vecinos traen frutas disecadas, semillas, sombreros ovejones y canastos. En la inauguración de la "Manca fiesta" se realiza la Corpachada u ofrenda a la Pachamama. Arrodillados junto al mojón, invocándola, sahúman con la koa y las tolas en un cuenco con brasas, y en ese manto de humo azulado de rico aroma, se le convida a la madre tierra con hojas de coca, chicha, vino, alcohol, cigarrillos y comida, para que les brinde fortuna en los días por venir.
Durante esta feria que se celebra en un predio en las afueras de la ciudad, es muy común ver el "trueque" de vasijas por productos agrícolas y artículos de manufactura casera. De esta manera se origina el encuentro entre las gentes de las distintas zonas (sin fronteras, como antiguamente).
Esta festividad es tan rica en tradiciones, que sería inicuo considerarla como un ambiente de mera comercialización, puesto que también tiene lugar la algarabía. Los amigos se encuentran, se comparten comidas como el picante de pollo y de cabrito, se bebe chicha y cerveza. Y al caer la tarde, en las carpas levantadas para ese fin, se llevan a cabo bailes al son de los sikus y tambores que es el preludio para nuevas relaciones, en procura de encontrar pareja.
Para el turista que habitualmente desconoce las costumbres del altiplano, puede llamarle la atención, cómo a determinada hora del día, el hombre o la moza se entretienen a distancia, encandilando los ojos del otro con un espejo u otro objeto brillante; esto no es más que una invitación para relacionarse. A partir de estos encuentros en el baile, con coplas y relaciones, si la pareja se entiende, el varón le propondrá "sirviñacu": vivirán a prueba juntos, y en la próxima "Manca fiesta", si el vínculo fue bueno, se casarán, de lo contrario ella volverá con sus padres.
Y así van saliendo las coplas, cada quien la que prefiera:
Todas las vidas son buenas
la mejor, la del casado,
tiene la cama caliente
y el puchero asegurado.
Todas las vidas son buenas
la mejor la del soltero;
no sufre ni hace sufrir
ni la pasa prisionero.
Con una geografía extendida por las alturas de la cordillera y enmarcados en un excepcional paisaje, es una alternativa que rompe con los esquemas del recreo tradicional, haciendo al visitante partícipe de propuestas turísticas que plantean una simbiosis entre el observador, la naturaleza y las costumbres locales, dando respuestas a un cambio de mentalidad; una forma de comprender un ecosistema y cómo se vive en él, para aprender a respetarlo y protegerlo.



El pueblo colla reproduce su tradicional modo de vida.
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