Año CXXXIV
 Nº 49.247
Rosario,
sábado  22 de
septiembre de 2001
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Justicia Infinita. Las ideologías tradicionales quedaron de lado
Una guerra cultural entre el campo de la vida y el campo de la muerte
El terrorismo suicida integrista es pura pulsión de muerte, sin ningún dique o contrapeso

Jack Solzi (*)

Mientras salimos del shock que nos produjo la ola de atentados en Estados Unidos se me ocurre que como nunca nos encontramos ante la necesidad de tomar alguna posición, pero frente a otro "paradigma". Desde la división socialismo versus capitalismo fuimos transitando por diversos caminos hasta llegar a la actual socialdemocracia-progresismo versus neoliberalismo.
En este punto nos encontrábamos tras miles de años en los que fueron sucediéndose y alternando diferentes formas de organización social, dejando en el camino millones de muertos en luchas por conseguir mejores condiciones de vida. La caída del bloque soviético trajo un nuevo orden político-económico, liderado por Estados Unidos y sus aliados.
Uno podía estar a favor de políticas más justas en relación a la distribución del poder, de la riqueza ("campo progresista"), o a favor de políticas más regresivas y de concentración ("campo conservador o reaccionario").
Y creo que nace un nuevo orden mundial, quizás relacionado en algunos puntos con los anteriores, pero con una lógica muy diferente. Se trata del "campo de la vida" versus el "campo de la muerte". Ya no pasa por creer en el modelo capitalista o en el modelo marxista-leninista. Ya no se trata de plusvalía o explotación, ni de mejor distribución de la riqueza y de los medios de producción.

El eje de nuestra existencia
Se trata de los que apostamos a la vida como valor central, como eje de nuestra existencia, como organizador simbólico de nuestros pensamientos y sentimientos, y de los que no ven en la vida todo lo anterior. Por eso nos cuesta entender estos atentados. Digo "estos" porque son diferentes en un punto esencial. Vayamos de a poco. Pensemos en luchas revolucionarias. En muchas de ellas, los revolucionarios (que nada que ver con terroristas) usan como medio la lucha armada, vía atentados, generalmente contra blancos militares. En otras ocasiones lo hacen contra blancos civiles.
Estoy completamente en contra de ambas acciones, pero aún así puedo entenderlos. Entenderlos porque, como humanos, tenemos amor y tenemos odio. Y vivimos entre esos dos sentimientos, entre esas dos "pasiones", siempre intentando que estén equilibradas, que el odio se vaya descargando paulatinamente, gradualmente, como a medida del amor. Estas "pasiones" son la expresión de las denominadas, en vocabulario psicoanalítico, pulsión de vida (el amor) y de la pulsión de muerte (el odio), ambas componentes normales de nuestra vida anímica.
Puedo entenderlos en la lógica que los lleva a cometer dichos actos. Es decir, tienen una diferencia o conflicto con otros (Estado, facción política, grupo étnico, etcétera) y usan la vía militar para resolverlo. Con ellos tengo una diferencia importante, y está en relación con los medios que usan. Estoy convencido que el fin no justifica los medios.
Pero con los autores de esta ola de atentados tengo una diferencia de otra especie, y es que hablamos otro idioma, pensamos completamente distinto. Porque para mí la vida es lo más importante, el respeto por la vida (propia y ajena), el culto a la vida. Y para ellos el orden de prioridades es otro, la escala de valores es otra.

Odio sin ningún dique
En ellos el odio se descarga bruscamente, sin ningún dique de amor que le haga tope. Acá el odio tiene otro estatuto que el de un sentimiento que expresa la pulsión de muerte.
O, en todo caso, son pura pulsión de muerte, la pulsión de vida no está presente ni intrincada con la anterior. Como si estuviesen desanudadas entre sí. Y como resultado de esto, la vida -valor central para mí- no está entre las prioridades de ellos. Para ellos hay algo más importante. Ellos sabrán qué. Si la vida propia no tiene valor (o por lo menos el valor que yo le doy), ¿porqué deberían respetar la vida de los otros? ¿Cómo podríamos entender a aquellos padres que se sienten alegres y orgullosos por su hijo que acaba de morir en un atentado suicida? Esto es, para nuestra cultura, inentendible. Por eso creo que la nueva división es entre los que ponemos a la vida en primer lugar y aquellos que no lo hacen.
No importa la nacionalidad o la religión, o si Estados Unidos se lo merecía o no. Estoy muy lejos de amar al país del norte. Muy lejos. Pero las víctimas directas (porque víctimas somos todos los amantes de la vida) de este atentado son seres humanos. Es cierto que no sólo con bombas se mata, y que hay planes económicos brutales, pero esa es una discusión que puede (y debe) sostenerse porque hablamos el mismo idioma, pensamos con la misma lógica. Hay grandes diferencias ideológicas entre neoliberales y progresistas, pero el hilo conductor es el mismo. Se trata de vivir mejor. Y si de vivir se trata, estamos hablando de seres humanos, no de Estados nacionales. El país no importa, importan las vidas perdidas. Porque todas las vidas valen lo mismo, sea uno americano o palestino, católico, judío o musulmán, digo que la lucha es entre dos concepciones, entre dos culturas. O se está del lado de la vida, o se está del lado de la muerte.
\(*) Médico psiquiatra-psicoanalista


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