La conmoción mundial ante los recientes hechos de terrorismo sacudieron al mundo y provocaron una abrupta alteración del orden general. Si bien aún no se sabe cómo se sucederán los hechos a partir de ahora, ni cuánto puede durar el conflicto, ni cómo se va a resolver, hay una cosa cierta: el alineamiento y las alianzas entre países va a sufrir, en muchos casos, cambios significativos respecto a lo que eran. Obviamente, los empresarios del campo deberán incorporar a estos nuevos elementos a su planificación, al menos, en cuanto a sus posibles efectos económicos. Se sabe, por ejemplo, que una escala de conflicto armado provocará, entre otras cosas, una marcada caída de la actividad económica mundial, tanto más aguda cuanto más se prolongue en el tiempo. Esto, a su vez, arrastraría a la baja a los precios internacionales de muchos productos, entre ellos los agropecuarios. En el caso de Argentina, además, y al igual que algunos otros países, la alianza continental (alineándose, entre otros, toda América), seguramente implicará el corte de las relaciones económicas con los estados que se ubiquen en la posición contraria, es decir, muchos de los ubicados en Medio Oriente, entre los que se cuentan importantes clientes argentinos. Pero también, y en relación a lo mismo, hay que tener en cuenta que los Estados Unidos, principal productor y exportador mundial de bienes agropecuarios, así como otros exportadores que se prevé quedarán ubicados en la alianza con Estados Unidos, dejarán de abastecer a esos mismos mercados, por lo que quedaría un importante volumen de producción que deberá ser redireccionado hacia otros destinos. En pocas palabras, Argentina no sólo perdería algunos de sus mercados importantes de Medio Oriente, sino que resultaría también afectada en otros que, aparentemente, no tiene nada que ver. Si éste es el escenario, tal "sobreoferta", sumada a la recesión, o a la caída del crecimiento económico mundial, sin duda desembocaría en una baja en los precios de los productos. Otro elemento para nada menor puede resultar el efecto interno dela situación que, como se dijo, será más grave cuanto más se prolongue el conflicto. Y aquí, en una lectura muy preliminar, se pueden mencionar al menos dos de ellos: el casi seguro aumento en el precio de los combustibles (ya que el conflicto se desarrollaría en la más importante área petrolera del mundo); y también la probable restricción en el acceso al dinero internacional. Esto último, a la luz de la reasignación de fondos internacionales y de los costos que tendría una escalada bélica. Algunos elementos adicionales vendrían por el lado de los transportes, básicamente los internacionales, que también se verían alterados, tanto en sus costos como en su flujo. Por el lado positivo (si es que una situación de esta naturaleza puede tener algo de positivo), se podría mencionar la baja de tasas internacionales que ya han decidido varios países (Estados Unidos, Canadá, Europa, etc.) para evitar, o almenos atenuar, la recesión que se prevé, y que puede favorecer a la Argentina respecto a su deuda externa. Pero también se puede vislumbrar, aunque no en el corto plazo, un posible reacomodamiento a la baja de los subsidios agrícolas ya que, como se dijo, muchos países deberán afrontar importantes gastos de defensa que limitarán parcialmente su disponibilidad de recursos. El panorama, como se ve, no es para nada simple ni fácil y los productores, al margen de repudiar, como cualquier persona de bien, los actos de violencia, deberán ser más cautelosos que nunca. Y, si bien cada uno hace lo que puede, y no lo que quiere, y la campaña prácticamente está jugada, todavía hay algún margen como para tomar recaudos, evitar gastos que no sean absolutamente necesarios y calzarse con algunas coberturas de precios como para salvar, por lo menos, los costos de producción.
| El impacto de la crisis llegó a las exportaciones. | | Ampliar Foto | | |
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