Argentina cuenta con 430 pueblos en condiciones de desaparecer (censo 1991) y, de acuerdo a las perspectivas para el relevamiento de este año, la cifra podría aumentar a 650 localidades.
Como pueblos fantasmas, las esperanzas se pierden y las pocas alternativas de crecimiento se truncan desde que dejó de pasar el ferrocarril. A esto se suma la falta de accesos pavimentados y de infraestructura de comunicaciones.
Sus habitantes se resignan y guardan en silencio aquellas experiencias de vida, que pueden ser atractivas para algunos turistas si se realiza un marketing adecuado.
En base a este análisis, la Asociación Civil de Recuperación Social de Poblados Nacionales que Desaparecen (Responde), a través de Marcela Benítez, inició un proyecto en el año 1990 para reconvertir estas poblaciones en verdaderas unidades turísticas. Para ello se llevó a cabo un profundo proceso de investigación que alcanzó los primeros resultados en octubre de 1999 mediante el inicio de una primer prueba piloto en una pequeña población de la provincia de Entre Ríos.
Desde lo solidario
A diferencia del ya conocido turismo de estancias, que tiene un alto grado de desarrollo en las provincias de Santa Fe y Buenos Aires; el turismo en pueblos rurales se orienta en principio a la clase media y toma como principal atractivo la belleza humana de la gente que lo habita.
De fines solidarios, el proyecto que dirige Responde busca quebrar el aislamiento, vinculando sociedades desde lo cultural y educativo, para evitar las constantes migraciones de sus jóvenes.
Un caso testigo, es el pueblo entrerriano de Irazusta, que cuenta con alrededor de 450 habitantes de los 1.500 que llego a tener en algún momento. "Hoy carece de los principales servicios, se encuentra aislado, sin transporte y es visitado por un médico una vez por semana. Básicamente no tiene fuente de trabajo y es representativo de muchos otros pueblos que atraviesan similar situación en otras provincias del país", afirmó Benítez.
La comunidad de Irazusta aceptó el desafío en diciembre del año 2000, después de haber planificado y coordinado durante casi un año el proyecto de turismo junto a los especialistas de Responde. La iniciativa tomó como base al pueblo, que diariamente abre sus casas para recibir turistas.
Desde ideas simples, comenzando por ofrecer aquel cuarto vacío que quedó de los hijos que ya nos están en el pueblo a los visitantes, que pueden participar así de las particularidades que otorga la vida de una familia de pueblo.
Otras alternativas son los servicios de gastronomía que da la familia de Adela, Luisa o la Negrita, expertas en cocina alemana, italiana, criolla y rusa.
Acompañado de actividades que se relacionan directamente con el campo, otro atractivo de Irazusta puede ser dar una vuelta en carro, ir a pescar, visitar los artesanos, una pulpería ó relacionarse con la gente del pueblo para recrear historias y vivencias.
Sin embargo, la riqueza de la oferta turística del pueblo tiene su más alto valor en la paz y tranquilidad que pueden encontrar quienes lo visiten, sumado a la cordialidad y el amor que transmite su gente.
Los hijos que partieron
Peleando por salir adelante, la gente de Irazusta marca el camino de otros tantos pueblos que intentan recuperar aquellos hijos que se fueron. El nacimiento de la propuesta demuestra que es posible bajo otra forma convocar a la gente y generar una clase de turismo que apunta a integrar -con pocos recursos- a la clase media que perdió la posibilidad de recreación y descanso.
Un turismo barato en el cual una noche con desayuno de campo incluido sale 10 pesos, y $14 si se toma un esquema de media pensión con alguna comida típica. Si se prefiere andar una hora a caballo, cuesta 3 pesos.
Visitar Irazusta es como traer a la mente los viejos recuerdos de algunas películas. Tiene capacidad para 37 plazas y un plantel de habitantes que, como cualquier organización de servicios, distribuye sus actividades.
La experiencia hasta el momento ha permitido mejorar el nivel económico de los pobladores en un 37 %, generar fondos para reinversiones básicas y de mantenimiento; y lograr que algunos de los hijos que partieron, retornen los fines de semana a colaborar en el proyecto, ya sea exhibiendo pinturas, armando ferias de productos en las calles o transmitiendo los conocimientos y capacitación adquirida en las disciplinas que los llevó a estudiar o trabajar en grandes ciudades.
"Que vuelvan los hijos no tiene precio", comentó Benítez, quien agregó "que el aislamiento de estos pueblos no tiene punto de comparación con la marginalidad en el aspecto laboral y la falta de oportunidades de muchas ciudades que los albergan. Muchos jóvenes niegan decir que por falta de trabajo en la ciudad pasan hambre, disminuyen su calidad de vida y están peores que en sus propios pueblos. Lo bueno sería lograr que el conocimiento y la capacitación que obtienen en la ciudad, pueda ser devuelto al pueblo. Para eso, Responde trabaja en alternativas de crecimiento económico en estas regiones para que los jóvenes empiecen a ver la posibilidad de volver y si deciden quedarse, puedan hacerlo".
En Irazusta se da el caso de una joven artesana que estudia en Gualeguaychú y vuelve los fines de semana a vender a su pueblo natal las artesanías que teje y vende, además, por Internet.