| | Reflexiones El silencio y la indiferencia
| Rubén Bermúdez (*)
La soberbia de un hombre y el ejercicio tiránico del poder en una ciudad frágilmente administrada no permiten el crecimiento ni la opción como se demuestra permanentemente en cada acto de gobierno. La audacia con que se aplica un esquema corporativo partidario entre miembros de una fuerza aliada, y que además dirime permanentemente diferencias doctrinarias en la escena de gobierno, trata de ser encubierta bajo un severo sistema de muda complicidad entre los funcionarios del Departamento Ejecutivo de la ciudad de Rosario. Esta singular posición no es más que la previsión ante el desprestigio que hoy afecta a la clase dirigencial toda. Pero más allá de este contexto general, la indiferencia y el uso del anonimato como estrategia de gobierno ha permitido a esta administración hacer uso y abuso de su responsabilidad, utilizando un criterio corporativista para la consignación de sus obligaciones institucionales. En nuestra ciudad, esta situación se ha transformado en un hecho cotidiano ya que el ejercicio del poder está en manos de una cofradía política que se sustenta a través de un enigmático comportamiento en las relaciones político-sociales, haciendo del silencio y la inercia elementos de persuasión que mantienen inmóviles las ambiciones más razonables de la sociedad rosarina. La gestión municipal no ha correspondido a su gente con las pautas dogmáticas fundamentales de su compromiso y sólo a cambio ha utilizado la ausencia oficial para generar un misterioso y soberbio ejemplo del más amplio sentido corporativista. Para ello se hace necesario acceder a la maraña intrigante de funcionarios coaliados entre si, y absolutamente ligados por vínculos sociales, espirituales, teóricos y hasta físicos. Promoviendo un estructuramiento rígido y verticalista que ejercita la distribución de su política con un ordenamiento tal, que no permite incidir en el más mínimo detalle de sus utópicos objetivos. En cambio la ciudad sigue debatiendo entre el atraso y la falta de protagonismo, perdiendo su capacidad de empuje en forma paulatina. Esto lo demuestra el repaso sustantivo de los hechos más significativos que perdieron intensidad en el marco de la vertiginosidad de la información, sin embargo, los rosarinos padecen sus consecuencias en forma cotidiana. El transporte público de pasajeros fue uno de los hechos sobresalientes de esta gestión en cuanto al cambio sistemático del emprendimiento en base a las alteraciones emocionales de la opinión pública. Valerse de propósitos fantásticos para persuadir al público con el convencimiento de un proyecto inverosímil. Se entiende que no se puede aplicar un sistema troncal de transporte público porque el plano urbano no lo permite y porque además un nuevo sistema se construye a través de las necesidades de la gente y el paulatino crecimiento urbano y no bajo la formidable imposición de modelos que a sabiendas de ser quiméricos, fueron vareados por las calles céntricas, asombrando a los rosarinos por la novedad. Jamás funcionó, y lo que tal vez sea peor, nunca lo hará. La constitución de un polo ambiental ejemplar en nuestra región utilizando rellenos sanitarios y la implementación de un servicio de recolección moderno y eficiente ha puesto en escena al aparato publicitario municipal, constituyéndose esto como un avance sustancial en la política de ingeniera ambiental para una ciudad sana y esplendorosa que busca liderar en base al ejemplo. Pero tampoco fue así, rellenos contaminantes que ocupan tierras fértiles y pobladas acosan con endemias de diversas características a sus habitantes. Recolección de desperdicios con unidades que sólo han cambiado de modelo y color, pero que siguen trabajando como hace 10 años con un sistema que permite a los vecinos acumular cientos de toneladas de basura frente a sus propiedades durante horas, influyendo también en el entorno y en nuestro místico paisaje cotidiano. De aquel ejemplo de tolerancia entre la higiene ambiental y la sociedad sólo quedó una orden judicial de clausurar el contenedor para poder purificar, en grado limitado, la salud de nuestra gente, mientras el resto de la ciudad sigue sucio. El espíritu cooperativista en las acciones ejecutivas de la ciudad no goza del privilegio racional de la doble igualdad. No resulta equitativo el tratamiento que se debería dar a una sociedad que sí, convencida de que hay algo mejor, intenta crecer y progresar en forma constante. Por otra parte, resulta sabido que en poco tiempo la Intendencia municipal resolvió numerosos conflictos afectando de manera negativa los intereses de la ciudad. Vecinos molestos por la severa contaminación acústica, por la falta de rigurosidad en el control de la aplicación de normas que establecen un orden en el funcionamiento de la ciudad como tal. Comercios que funcionan sin habilitación y otros que son irresponsablemente clausurados. Coches que desaparecen del corralón municipal sin explicaciones y otros tantos ingresan con fines netamente recaudatorios. Precisamente la voracidad recaudatoria hizo imposible la libre transitabilidad de la zona céntrica y un formidable negocio con el estacionamiento medido, sin que esto influyera en lo más mínimo en el ordenamiento del tránsito vehicular. Demolición de edificios históricos que pertenecen al patrimonio cultural de los rosarinos, para construir estacionamientos, entre otras cosas, hechos que acompañan siempre una misma actitud, el silencio, la indiferencia y la falta de autoridad ejecutiva que nada tiene que ver con la defensa de Rosario y sus habitantes. Desde la gestión de Héctor Cavallero hasta la actualidad se cumplieron 11 años de gobierno socialista que nos dejan como herencia esta ciudad del presente, con muchas ambiciones, pero con los mismos inconvenientes. (*) Concejal justicialista
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