| | cartas La humanidad está ciega
| Un gran dolor invade mi alma. Nuevamente el horror se nos mete por la retina, en nuestro corazón, en las entrañas. Un atentado ha cambiado mi vida, de una manera atroz, brutal, desgarrándome para siempre. En un atentado he perdido a mi amado esposo, padre de mis cuatro hijos . A partir de ese hecho, en algún instante de todos los días de mi vida, sale, brota sin piedad, el recuerdo. Está allí, removiendo la herida como un puñal hincado hasta lo más profundo, acicateando. Desde el dolor me pregunto, una y mil veces qué nos pasa, qué les pasa a los hombres. Desde el dolor, por la vida, pido, busco y exijo justicia. ¿Qué justicia? Necesito encontrar a los culpables. Pero me desgarra la certeza que aunque los encuentre, en este mundo va a seguir todo igual para que en cualquier lugar del planeta se repitan uno, dos, todos los atentados. Pedimos por la paz, condenamos la violencia. Pedimos por la paz como si la paz fuera un regalo divino que calma nuestros miedos. Nos olvidamos que la paz se construye con nuestras acciones, día a día. Honrar la paz es luchar por la justicia, aquella que borra de la tierra las desigualdades, la pobreza, la discriminación de razas y credos. Pedimos por la paz y nos olvidamos de ella día a día, cuando cerramos los ojos para no ver el mundo que hemos construido. Nos rasgamos las vestiduras ante el horror de la muerte que nos golpea por una pantalla de televisión mientras no nos horroriza la muerte lenta, gratuita, silenciosa y también inocente de miles de niños, de hombres, de mujeres, con el único pecado de ser ciudadanos de la parte débil de este mundo civilizado. Y condenamos fervientemente la violencia. Un gran dolor y desesperanza invade mi alma. La humanidad está ciega, esclava del mundo. Nelly Durán
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