A medida que la vida moderna evoluciona nos ofrece un creciente número de actividades para realizar. Desde las cosas cotidianas como leer, coser, mirar televisión, jugar a las cartas, manejar una computadora, hasta aquellas que son específicas de nuestros trabajos, el hogar o las áreas donde nos desempeñamos, todas necesitan que abramos las ventanas que nos comunican con el mundo: nuestros ojos, únicos para toda la vida. Resulta tan habitual leer un aviso callejero, hojear el diario o simplemente ver la comida que tenemos frente a nosotros, que la idea de no poder hacerlo parece inconcebible. Sin embargo, en nuestro país, nuestra ciudad, nuestro barrio o quizá dentro de nuestra propia familia, existe un alto número de personas que encuentran grandes dificultades para hacer estas y muchas otras cosas, porque su capacidad visual no es suficiente. Nos encontramos aquí frente a un problema específico: la baja visión, y que, justamente, podemos definir como la insuficiencia visual para realizar las cosas que queremos hacer. No debemos asociar la baja visión con la disminución visual producida por problemas ocasionados por astigmatismo, hipermetropía o presbicia. Tampoco y en grados extremos, debemos confundirla con la ceguera porque esta es la pérdida total de la visión. Quienes padecen baja visión siempre tienen algo utilizable que es lo que llamamos resto visual. La cantidad que queda y cómo se utiliza varía en cada persona. Este no es un tema nuevo pero en los últimos tiempos quienes están vinculados a la salud visual le han dado más importancia. Si el paciente descubre que necesita ayuda óptica porque transita una disminución visual debe saber que puede ser por causa de alguna enfermedad o degeneración ocular heredada, congénita o adquirida. Las enfermedades oculares más frecuentes que pueden dar lugar a una pérdida de visión leve, moderada o severa, pueden ser: glaucoma, maculopatías, retinopatía diabética, albinismo, cataratas no operables, miopía magna, retinitis pigmentaria y muchas otras. Si por alguna de estas u otras causas se ha llegado a un problema de baja visión que no puede ayudarse con lentes comunes, ese resto visual que aún posee, por pequeño que sea, debe ser utilizado al máximo, optimizándolo, sea con ayudas ópticas especiales y no ópticas. Las ayudas especiales (que pueden ser lentes telescópicas) o microscópicas, bifocales de alto poder, prismas, circuitos cerrados de TV, filtros, viseras, lámparas), si bien no curan la visión limitada, agrandan los objetos, los hacen más brillantes, claros o con contrastes. Es muy importante también tener en cuenta que la ayuda que se le pueda otorgar a una persona con baja visión es una labor de equipo en cadena, donde participan el oftalmólogo especialista en el área que diagnostica el problema, el técnico óptico especialista en baja visión y un equipo de profesionales en el abordaje interdisciplinario de las problemáticas causadas por la baja visión, con acompañamientos terapéuticos y contención psicológica al paciente y su grupo familiar. El trabajo consiste en un entrenamiento en las actividades básicas cotidianas y el desarrollo de las potencialidades sensoperceptivas del paciente. Es este mismo equipo de profesionales junto con la familia quienes le otorgarán el tiempo para adaptarse y aceptar una nueva manera de ver, lo que se traduce en una nueva forma de abordar la vida. En el mundo, más de 35 millones de personas necesitan los servicios de los centros de baja visión. Estos ayudan a asegurar un mejor futuro a niños, jóvenes y adultos con problemas visuales y capacidades diferentes. Los ojos son nuestras ventanas al mundo exterior por lo que debemos consultar periódicamente al oftalmólogo. Rita Rossetti Optica y contactóloga
| Una enfermedad congénita puede disminuir la visión. | | Ampliar Foto | | |
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