| | Reflexiones El valor arquitectónico
| Alberto Santanera (*)
Frente a la polémica planteada con relación al proyecto de demolición total de la capilla Cristo Rey de Fisherton hemos creído necesario aportar algunas consideraciones desde el ámbito académico. En primer término, y dado el modo en que la polémica se ha manifestado en sucesivas intervenciones desde ambas posiciones, parece imprescindible circunscribir el problema en el ámbito general de la cultura y en particular y específico del patrimonio arquitectónico y urbano. Resulta sorprendente que algunos sectores planteen esto como una confrontación entre creyentes y no creyentes, tal sería el caso de quienes se manifiestan a favor de la demolición por medio de rezos, por ejemplo. También es importante puntualizar que esta no es una cuestión menor que sólo atañe a vecinos de Fisherton, sino a todos los rosarinos. Retomando la cuestión específica, es decir la consideración de este edificio como patrimonial y por lo tanto merecedor de mejor destino que la piqueta, aclaremos que tampoco somos partidarios de las actitudes conservacionistas a ultranza. No planteamos la preservación sólo por el hecho de su antigüedad, que por otra parte en este caso no es excesiva, sabemos que la dificultad para encontrar criterios de valoración objetivos y compartidos hace que muchas veces se considere la antigüedad como valor en sí mismo pero no es este el caso. Esta capilla que hoy se quiere demoler reúne prácticamente todos los elementos que hacen a una indiscutible valoración y consecuente preservación (así lo ha entendido la administración municipal al declararlo patrimonio por ordenanza 6.547). La obra tiene valores arquitectónicos en sí mismos que son potenciados por su pertenencia a un conjunto arquitectónico, urbano con la plaza y la estación de ferrocarril. Este valor arquitectónico está directamente vinculado a su valor histórico, ya que el conjunto aludido es la expresión de la presencia del ferrocarril inglés que dejó su impronta con una arquitectura que se ha arraigado y hoy caracteriza Fisherton. Su valor arquitectónico se vincula directamente entonces con su valor histórico y, completando este razonamiento, el valor histórico es abonado por el evidente valor afectivo que deviene de él. La comunidad rosarina, especialmente los habitantes del barrio pero no sólo ellos, reconoce esta capilla, la valora como propia, como presencia no sólo formal sino vital en tanto su condición de templo cristiano hace que por ella hayan transitado momentos fundamentales de la vida de miles de personas que participaron de bautismos, casamientos y funerales con sus funerales y amigos. Todas las consideraciones precedentes intentan poner blanco sobre negro. Esta obra es parte del escaso patrimonio arquitectónico de Rosario y lo es indudablemente. Soporta el análisis desde todos los modos de valoración posibles. Tiene valor estético, histórico y afectivo y por lo tanto debe ser restaurada y puesta a la altura de sus valores. Esto es importante aclararlo dado que en los últimos tiempos ha comenzado un proceso de deterioro producto de la falta de mantenimiento del edificio, queremos creer que no se trata de una estrategia para justificar su demolición y recordar que en la ordenanza que la declaró patrimonio, la Municipalidad y las autoridades eclesiásticas deberán estudiar su mantenimiento. Dicho todo esto sobre el edificio en cuestión y dado que opinamos desde una Facultad de Arquitectura, resulta ineludible un comentario sobre el edificio que se propone construir en reemplazo de la actual capilla. Mas allá del hecho no menor de que el proyecto viole todas las normas que regulan el uso del suelo en ese barrio, debe decirse con toda claridad que, así como la capilla resiste cualquier análisis para determinar su valor, el nuevo templo propuesto no resiste ninguno. ¿Qué ha ocurrido con la Iglesia? Sorprende que la institución cuyos príncipes han sido mecenas y custodios de la mejor arquitectura occidental hayan perdido de modo tan evidente la capacidad de juicio estético (características propias de personas tan cultas ) y hoy promuevan la demolición de la capilla para reemplazarla por una obra inexplicable. Seguramente es esta pérdida de la capacidad de discernir sobre lo valioso la que ha determinado la profunda contradicción entre la actitud preservacionista radical asumida hace un tiempo por las máximas autoridades eclesiásticas en defensa de un resto de construcción de dudoso valor patrimonial que perturba el Pasaje Juramento y la firme voluntad de demoler que hoy tratan de imponer. (*) Decano de la Facultad de Arquitectura de la UNR
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