En contra de la creencia popular, hacer régimen para perder el peso retenido durante el embarazo no perjudica la salud de la mujer ni tiene una incidencia estadísticamente significativa en el desarrollo del niño.
Las mujeres que han tenido un parto reciente y están dando el pecho a sus hijos se enfrentan a un verdadero dilema: someterse o no a una dieta para adelgazar. Todas quieren bajar de peso, seguir un régimen alimenticio que les permita eliminar los kilos sobrantes y recuperar la figura, pero al mismo tiempo se sienten inseguras sobre las implicaciones que una dieta hipocalórica (baja en calorías) pueda tener en la salud de sus bebés.
Un temor extendido
"En primer lugar debe quedar claro que uno de los aspectos positivos que conlleva la lactancia para la mujer es que promueve la pérdida del peso ganado durante el período de gestación", dice Victoria Yasser, matrona del Centro de Salud Prosperidad de Madrid.
Pero este proceso natural de adelgazamiento varía mucho de una mujer a otra y a veces no es suficiente para recuperar la figura. "Por esta razón algunas madres lactantes necesitan disminuir el consumo de calorías en su alimentación. Lo importante es que no exageren. Todo cambio drástico en la dieta repercute de alguna manera en el organismo. Lo indicado es comer de manera equilibrada y, si se quiere reducir el consumo para bajar de peso, debe hacerse bajo la supervisión de un endocrinólogo o consultarlo con el médico de cabecera", aconseja la doctora Lourdes Barutell Rubio, médico del mismo centro asistencial.
Según un estudio realizado por la Universidad de Carolina del Norte (Estados Unidos) y publicado en el New England Journal of Medicine, el mantenimiento de una dieta con restricción del aporte calórico durante los tres primeros meses después del parto, complementado con la práctica de ejercicio, no sólo es recomendable para la salud de madre, sino que no tiene incidencia estadísticamente significativa en el desarrollo del niño.
Una mujer que está lactando debe comer frutas y verduras, que son las principales fuentes de vitaminas y minerales; también debe ingerir carnes magras, lácteos -como yogur desnatado y quesos bajos en grasas-, huevos y cereales, y no suprimir radicalmente ningún grupo alimenticio, a menos que por algún motivo específico lo indique el médico.
La vieja creencia de que una mujer embarazada o lactando debe comer por dos personas está totalmente desterrada de la ciencia y la mayoría de las mujeres empieza a ser consciente de que alimentarse bien no quiere decir comer en exceso. Se trata de mantener un equilibrio racional.
Vitaminas
Durante el período de lactancia es importante que la madre vigile el consumo de vitaminas y minerales, porque estos nutrientes son muy importantes para mantener su salud y favorecer el sano desarrollo de su bebé.
En la dieta de una lactante no deben faltar los alimentos que le proporcionan vitamina A (retinol), tales como perejil, col, espinacas, acelgas, zanahorias, pimientos, papas, yemas de huevo, queso e hígado. Contienen vitamina B1 (tiamina), el germen de trigo, frutos secos, avellanas, hortalizas de hojas verdes, arroz, cereales integrales y la piña fresca.
También es importante incluir en la alimentación diaria salmón, leche entera, hongos y hortalizas de hojas oscuras, porque son ricos en vitamina B9 (ácido fólico). De igual manera el consumo de cítricos, fresas, cebollas, ajos, pimientos, kiwis y papas suministra vitamina C (ácido ascórbico).
La vitamina D (calciferol) es indispensable porque interviene en el metabolismo del fósforo y ayuda a absorber el calcio, facilitando su fijación en los cartílagos que forman los huesos. Aceite de hígado de pescado, mantequilla, hígado de pollo y ternera, leche y huevos contienen esta vitamina.
Además, se recomienda aumentar la ingestión de vitamina E, vital para el crecimiento del niño, proporcionada por la soja, el germen de trigo, los cereales integrales, las espinacas y las semillas de sésamo.
Entre los minerales que se deben incluir en la alimentación destacan el calcio, que interviene en la formación ósea, el hierro, el yodo (relacionado con las hormonas tiroideas, que estimulan el crecimiento) y el zinc, que influye también en el crecimiento y en el desarrollo del sistema nervioso.
Tulia Figueroa