| | cartas Rosarinos en extinción
| Soy una rosarina más que, con medio siglo en sus espaldas, lucha y trabaja con su esposo para poder vivir y darle a nuestra hija el estudio que todo argentino merece. Que además, paga los impuestos y el monotributo de nuestro pequeño comercio como corresponde, y por eso debemos pensar dos veces antes de enfermarnos. Cuando mi esposo se convirtió en un desocupado más, la vida nos jugó una mala pasada, tuve que enfrentarme a una enfermedad que casi nos llevó a la ruina. En medio de todo eso y sin dinero ni trabajo y muchas deudas, logramos poner un negocio, hace cinco años con ayuda familiar. Sin embargo, los productos orientales y los inmigrantes que hoy no sólo nos invaden sino que también terminaron con la industria textil, con la de los juguetes y, ahora, con los supermercados, no sólo hacen que no podamos tener las mismas ventas de antes, sino que además algunos negocios se ven obligados a cerrar. Y yo no acepto la competencia desleal. Según una empresa de distribución de gaseosas, estadísticamente por cada negocio que cierra, se pierden 25 puestos de trabajo. Lo peor de todo esto es que las autoridades no nos dan el mismo trato y facilidades que a ellos, y sólo nos tienen en cuenta a la hora de pagar los impuestos. Elena González
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