Año CXXXIV
 Nº 49.230
Rosario,
miércoles  05 de
septiembre de 2001
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cartas
Nuestra justicia es autista

Sería más tolerable si las podas salariales y jubilatorias no tuvieran irritantes privilegios en algunos sectores. Los señores que dicen administrar justicia y ser jueces se consideran exentos de ello, alegando cuestiones legales o de derecho que, en mi opinión, no merecen de ningún modo. ¿Acaso no son también ciudadanos de este país? ¿Acaso no comen los mismos alimentos?, ¿no beben la misma agua?, ¿no respiran el mismo aire?, ¿ellos viven en Andrómeda y ocasionalmente acá? El hecho es más grave porque sus sueldos son exagerados, casi igual que sus períodos vacacionales de verano, y mejor ni hablar del ridículo receso invernal en medio de montículos de juicios atrasados. Pereciera que el esquilmado erario público da para todo. No los pongamos en sitiales que no merecen. La prensa de este país se ha encargado de publicitar ampliamente que ellos, igual que los ciudadanos comunes, son protagonistas de primer nivel de escándalos y escandaletes. La aureola de impolutos les queda algo incómoda a más de uno. José Ingenieros escribió que la Justicia es el equilibrio entre la moral y el derecho y tiene un valor superior al de la ley. Lo justo es moral. Pero las leyes pueden ser injustas. Un tirano o un desequilibrado puede dictar una ley injusta. Acatar la ley puede ser un acto de disciplina pero también una inmoralidad. El hombre digno debe elevarse sobre las imperfecciones de la ley. Creo que la ciudadanía vería con simpatía que los jueces se decidan a aterrizar de una buena vez y comiencen a apretarse el cinturón. Si no lo hicieran, creería lo dicho por Roberto Molinari en uno de sus libros: "...en la Argentina la Justicia no es ciega, es autista".
Armando H. Ponsetti


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